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Tribuna:LA DETENCIÓN DE UN FINANCIERO
Tribuna
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"Oye, pots parlar català"

Los notables del entorno de Jordi Pujol persiguen sin desaliento el sueño de Moragas i Barret, fundador de La Caixa, "que convirtió la avaricia, pecado capital, en ahorro, virtud fundamental", según un concepto acuñado por Manuel Ortínez, ex consejero de Tarradellas. Lo intentaron una vez más con el antiguo CNL, hoy Grand Tibidabo, inicialmente llamado a convertirse en el aparato financiero sustituto de la fallida Banca Catalana, pero a la postre fin de trayecto de un enorme (presunto) fraude en el que han salido perjudicados 9.000 pequeños accionistas. Fue concretamente Lluís Prenafeta, entonces mano derecha de Pujol, el que en 1990 allanó para el financiero el camino de Grand Tibidabo. "Nosotros creímos en De la Rosa porque Cataluña sigue necesitando proyectos financieros desde la iniciativa privada", reconocía recientemente en tono exculpatorio el propio Maciá Alavedra, consejero de Economía.Ciertos corazones convergentes, fascinados antes por el fulgor de la burbuja de Javier, se encogen ahora tras la detención del financiero. Las arterias del partido nacionalista casi revientan cuando la crónica. judicial reabre una herida imposible de restañar: de nuevo y como siempre, Roca frente a Pujol. Nombres como Josep María Cullell, actual consejero de Obras Públicas; Vicenç Oller, ex consejero de Industria; Carles Vilarrubí, convergente áulico, y el propio Alavedra, fieles a Pujol, han revoloteado alrededor de Javier de la Rosa; algunos incluso han estado en la nómina de sus empresas. Frente a ellos, los roquistas, Joaquim Molins y Francesc Homs, además de otros muchos, protegidos por el anonimato, rechazan abiertamente el respaldo institucional recibido por el financiero.

Ya antes del verano, el caso De la Rosa provocó, avant-la-lettre, un altercado entre familias convergentes. Fue el día de la boda de un hijo de Cullell. Durante el festejo, un De la Rosa aislado se enzarzó en una discusión que, según atestiguan algunos asistentes, acabó con estos gritos de Javier: "¡Roca nunca será alcalde de Barcelona; no le apoyaré; está hundido!".

Los conocidos exabruptos del inculpado son tan vehementes como sus caricias. Los consejeros de la Generalitat que le acompañaron, por ejemplo, en su jet particular a la final de la copa de Europa que disputó el FC Barcelona en Wembley, saben lo cómodo que resulta ser amigo del financiero. También el propio Roca, que estuvo en el viaje. En cambio, los empresarios opados conocen el peculiar sentido de sus joint ventures o negocios en común. Uno de estos últimos, José María Juncadella, heredero de la textil Burés-Coma Cros, adquirida y extinguida por el vendaval KIO, confiesa que ha optado de momento por un silencio significativo desde el día en que De la Rosa le dijo: "Te odio entrañablemente".

El cambio de Javier fue repentino. Después de perder la batalla de Cartera Central -ante Alfonso Escámez y en frente común con los Albertos-, De la Rosa se convirtió al nacionalismo catalán. Desde aquel momento quiso ser paladín ex novo de la agitación cultural pujolista. Su repentina vocación tuvo la fuerza del converso. Entidades como Enciclopedia Catalana, Òmnium Cultural y Xarxa -patrocinadora en 1992 de Acció Olímpica, responsable de la campaña Freedom for Catalonia- comprobaron "cómo cambiaba el origen de las donaciones, cada vez más altas en aquel tiempo", según revelan medios profesionales de tales organismos. No lo dudó entonces -"oye, pots parlar català, eh", solía decir al descolgar el teléfono-; tampoco lo duda ahora para sorpresa de sus amigos íntimos y asombro de sus familiares políticos -los Misol-, castellanohablantes de corazón, apegados como mucho al catalán lelé, el argot nasal de la Barcelona de Pedralbes, desenmohecido y hasta defendido en las valientes memorias del malogrado Carlos Barral.

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