El genio de un carrilero ilumina al Moscardó

Fue un destello de luz en las sombras del fútbol atropellado. Un instante de inspiración, de fuerza y de genio. De garra y talento. El olor a empate era tufillo y en eso apareció Juan Carlos. Este joven carrilero se apropió la pelota en el centro del campo y, sin perder el sentido de la verticalidad en un solo instante, empezó a sortear a los que salían a su paso: aqui siento a uno, a este otro le rompo la cintura y éste que intente cerrarme el paso otro día porque hoy me voy a salir del mapa. Ya se había plantado en la frontal del área y parecía que se le acababa el fuelle, que tenía que entregaría a algún compañero. Pero no. Un nuevo rival se la intenta robar, lo sortea y ya justito de fuerzas se planta ante Márquez. El gol era la justa recompensa a sus alardes, y la justicia operó.Fue una de esas jugadas prodigiosas que sólo los jugadores de calidad producen. Y es que Juan Carlos sin duda lo es. Ya en el partido del miércoles pasado ante el Móstoles demostró que es la mejor baza ofensiva de su equipo. Colocado como falso lateral, rompe por velocidad y con habilidad a las defensas. Sirve balones de oro y, en días como ayer, los fabrica.

Exceptuado ese minuto de gloria, el resto del partido fue muy malo. El balón andaba mareado, de un lado a otro, en busca de un propietario estable que nunca aparecía. Un disparo de Pérez Hurtado y una vaselina frustrada de Arellano fueron las dos únicas ocasiones del Sanse en la primera mitad. Un cabezazo de Luna y un disparo de Quillo, las del Mósca.

En la segunda parte la cosa siguió igual: balones perdídos y pases defectuosos. Ninguno de los dos entrenadores hizo cambios estratégicos para romper es n el tedio. Nadie arriesgaba. En la segunda mitad del segundo periodo fue cuando el Moscardó empezó a animarse. Se volcó con algo más de ambición, aunque sin acierto, hacia la portería de Márquez. El Sanse conseguía frenar las acometidas, pero no articulaba bien su contra. Y entonces llegó el gol de Juan Carlos y la fiesta en las gradas. Dos friquis al filo del pitido final fueron los últimos cartuchos del Sanse. Resultaron ser de fogueo.