Ratzinger niega la comunión a los católicos casados tras divorciarse
Los católicos divorciados y casados por lo civil tienen prohibido el sacramento de la comunión, salvo en el caso extremo de que no puedan separse porque tengan hijos del nuevo matrimonio y a condición de que se abstengan de relacionarse sexualmente. Lo dice el cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en una carta aprobada por Juan Pablo II y dirigida a los obispos que cierra las posibilidades de participación sacramental abiertas para los divorciados por Pablo VI.
El documento tardío de este prefecto, que ya ha anunciado su intención dé dejar la curia vaticana el próximo año, viene, en efecto, a poner un postrero punto final a una serie de prácticas que se habían abierto camino en la Iglesia católica, con el acuerdo de muchos obispos, al amparo de la Exortación Apostólica Familiaris Consortio, de 1982.Conviene recordar que aquel documento, publicado ya bajo el pontificado de Juan Pablo II, responde a las conclusiones del último Sínodo, dedicado a la familia, que se celebró bajo Pablo VI. Karol Wojtyla fue precisamente el relator de dicha reunión de obispos, que rechazaron de plano el informe final presentado por el actual Pontífice.
La carta de Ratzinger vuelve a colocar las cosas en su sitio. "La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción, sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución "es inadmisible", escribe Ratzinger.
La Familiaris consortio, comenta luego el cardenal, "cuando invita a los pastores a saber distinguir las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar, recuerda también el caso de los que están subjetivamente convencidos en conciencia de que el anterior matrimonio, irreparablemente destruido, jamás había sido válido. Ciertamente es necesario discernir a través de la vía establecida por la Iglesia si existe esa nulidad matrimonial".
La Familiaris consortio "exhortaba a animar a los divorciados que se han casado otra vez para que participen en diversos momentos de la vida de la Iglesia", recuerda Ratzinger.
"Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice a la ley de Dios y, por consiguiente, no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esa situación", sentencia el prefecto.
El único remedio que admite la Iglesia es la "absolución sacramental que puede ser concedida únicamente a los arrepentidos". "Esto lleva consigo", recuerda el cardenal, citando una homilía de Juan Pablo II, "que cuando el hombre y la mujer por motivos serios, como por ejemplo la educación de los hijos, no puedan cumplir la obligación de la separación, asumen el compromiso de vivir en plena continencia".
Según el cardenal, estas normas no tienen carácter punitivo para los afectados, que, afirma, siempre pueden participar en la vida eclesiástica por otros medios.
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