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Tribuna
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No son marcianos

Los socialistas andaluces en general y los sevillanos en particular no son marcianos. Son ciudadanos españoles que están en un partido político por las mismas razones por las que suelen estarlo los ciudadanos españoles de cualquier sitio y que reaccionan política y orgánicamente de forma similar a como lo hacen los demás.Por eso, siempre me sorprende la sorpresa que originan los resultados de los congresos andaluces más allá de Despeñaperros. Ya ocurrió en el otoño del 93 con el análisis por parte de los comentaristas políticos de las elecciones de delegados para el 33º Congreso Federal. Ha vuelto a ocurrir estos días con el análisis del congreso de Sevilla.Y no hay motivo ninguno para la sorpresa. Lo que ocurrió entonces es lo mismo que ha ocurrido ahora, sólo que corregido y aumentado.

Las elecciones a delegados para el 33º Congreso Federal las abrió Felipe González con la propuesta de Carlos Solchaga como presidente del grupo parlamentario. Con aquella decisión Felipe González transmitió al partido el mensaje de que era él quien dirigía el Gobierno, el partido y el grupo parlamentario y que se aceptaba su dirección o había que ir al enfrentamiento. Se fue al enfrentamiento y el resultado fue el que tenía que ser: el partido optó por quien le ofrecía la posibilidad de ser un "partido de gobierno". Una vez despejada la incógnita, se llegó a un compromiso en el 33º Congreso en la composición de la ejecutiva federal.

Y el congreso no se cerró en falso, como han sostenido muchos comentaristas políticos. Lo que ocurrió fue que los escándalos Rubio y Roldán y los resultados de las elecciones europeas y andaluzas como consecuencia de ellos debilitaron de forma extrema la dirección del Gobierno, del partido y del grupo parlamentario. Y al poder, cuando se encuentra en situación de debilidad se le falta el respeto.

Es lo que ocurrió fuera del partido y es lo que ocurrió en el interior del mismo. La debilidad de la dirección del Gobierno y del partido fue aprovechada por determinados sectores, que hacían uso de la figura de Alfonso Guerra, para intentar desautorizar la dirección regional de Andalucía, cometiendo toda clase de irregularidades en los congresos provinciales en los que la ocupación del aparato de organización se lo permitía y comportándose más allá de lo que razonablemente puede ser tolerado en el grupo parlamentario en la Cámara andaluza. (La primera coordinadora paralela de facto se ensayó en el Parlamento de Andalucía).

Ha bastado que el Gobierno recuperara la iniciativa política en el país para que las aguas volvieran a su cauce en el interior del partido, como la reunión de la Comisión Ejecutiva federal el lunes de la semana pasada puso claramente de manifiesto.

El poder, cuando se ejerce razonablemente, impone respeto. Y esta vez no ha hecho falta que bajara al terreno de juego el presidente del Gobierno, como ocurrió en el verano del 93 para imponer a Carlos Solchaga. Ahora ha bastado la intervención de Cipriá Ciscar para poner a todo el mundo en su sitio. Y subrayo: a todo el mundo.

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El mensaje transmitido por la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE es el que ha traducido el congreso de Sevilla. Y es el que se va a traducir políticamente en toda Andalucía. Y Andalucía es la norma para el Estado. El que no lo entienda así, va directamente a la marginación y a la consiguiente pérdida de influencia en el partido socialista.

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