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ENSEÑANZA PRIMARIA NUEVOS MÉTODOS

La didáctica de la 'mala conciencia'

Aumentan los programas filosóficos de pensamiento crítico en las escuelas

ALICIA MEDEROS. Fue el filósofo W. Quine quien comentó que todas las preguntas centrales de la Filosofía están hechas por niños/as de cuatro años: ¿Qué hay? (ontología), ¿Cómo se sabe? (epistemología), ¿Por qué? (metafísica) ¿Por qué debo hacerlo? (ética). Y con rotundidad lo recordaba hace escasos días en Barcelona el filósofo David Spooner (Open University, Reino Unido), mientras participaba en el Primer Seminario de Pensamiento Crítico y Educación que reunió en la Universidad de Barcelona a psicólogos, pedagogos, filósofos, profesores universitarios, de secundaria y de educación infantil.

Coordinado por Virginia Ferrer, pedagoga y filósofa, en sus debates confluyeron las diversas visiones de teóricos y prácticos del pensamiento crítico, "y, sobre todo, pusieron de manifiesto la creciente importancia que docentes y alumnos conceden a proyectos filosóficos dentro del marco escolar". Al hilo de esta afirmación (y al margen d e apresuradas descalificaciones de los estudios de humanidad es, porque se han convertido en refugio de algunos, alumnos sin vocación), es posible afirmar que buena parte de los docentes sigue participando de los supuestos de F. Nietzche, cuando, sin ambages, legó a la posteridad la idea de que "el filósofo ha de ser la mala conciencia de su tiempo".

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Implicar a la escuela

"Quizá habría que decir que la Filosofía está volviendo", añade Ferrer, "circunstancia que resulta paradójica frente al retiro y la jubilación anticipada de esta materia como objeto de estudio en los nuevos currículos de la LOGSE. Los docentes y alumnos necesitan elementos de juicio para poder hacer frente a una realidad cada día más compleja, y la escuela no está al margen de esta complejidad".

Cómo se construye una metodología crítica dentro del aula o qué filosofía se puede hacer con niños, son algunos de los interrogantes planteados a lo largo de este seminario y que encontraron sobradas respuestas a juzgar por los participantes implicados en programas de pensamiento crítico. Uno de estos es Aprender a Pensar: Filosofía para Niños, ideado por el filósofo norteamericano Matthew Lipman hace algunas décadas y que actualmente está implantado en todo el mundo. En España, el programa comenzó en 1985 y ahora lo practican cerca de 30.000 alumnos de todos los niveles educativos. "El programa persigue fomentar una comunidad de investigación dentro del aula", interviene Ángel Casado, profesor en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de la universidad Autónoma de Madrid.

Papel mojado

"Obviamente", añade, "yo aplico la metodología' crítica con alumnos que serán futuros docentes, de lo contrario, los plantamientos de la Reforma pueden quedarse en papel mojado. Es preciso que el aprendizaje acumulativo se vea reforzado por la capacidad crítica que nace de la reflexión. Hay que ser capaz de distinguir entre lo que se sabe y cómo se sabe". "Es la línea pedagógica que, sin duda, caracteriza este fin de siglo", señala Tomás Miranda, profesor de filosofia en Bachillerato y presidente de los centros de Filosofía para Niños de todo el Estado. "En todos los textos de la Administración, incluyendo la LOGSE, se apuesta por principios educativos inspirados en valores como reflexión crítica, interdisciplinariedad, comprensión ética, tolerancia, capacidad de interrogación. Pero hay que llevarlos a las aulas. Sin ocultar que el papel de los docentes es fundamental en este sentido, y no son pocos los que muestran resistencia a aplicar metodologías críticas, me parece una barbaridad la decisión del Ministerio de reducir las horas de estudio obligado de la filosofia en la secundaria. No es un planteamiento. corporativo, yo aplico la metodología de Aprender a Pensar con los alumnos de Y de BUP y con los de ética. Es la sociedad quien debería protestar porque está en juego su salud democrática. Los problemas medioambientales, tecnológicos, morales, de cualquier índole, no pueden encontrar una solución si no se es capaz de tener una visión reflexiva y globalizadora. Y si la escuela renuncia o desprecia esta formación, difícilmente habrá ciudadanos críticos".

Para todos los docentes del programa Aprender a Pensar una cosa parece clara: "el individuo no es un almacén de conocimientos, sino que opera con ellos. Sin una educación crítica y globalizadora, no habrá jamás individuos capaces de interpretar qué les ocurre y qué ocurre a su alrededor".

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