La ultraderecha francesa propugna un frente electoral contra la corrupción
La ultraderecha francesa ya tiene lista su bandera para las próximas presidenciales. El presidente del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen, y el diputado giscardiano disidente Philippe de ViIliers, que sumaron un 22,5% de los votos en las elecciones europeas, han coincidido en alzar el estandarte anticorrupción. La derecha convencional, desde el primer ministro, Edouard Balladur, hasta el ex presidente Valéry Giscard d'Estaing, pasando por Jacques Chirac, prefiere concentrarse en el problema del empleo.
El ejemplo italiano de Silvio Berlusconi ha cundido en la llamada derecha de la derecha. La xenofobia, el nacionalismo y el autoritarismo quedan en segundo término, aun siendo la base doctrinal, en beneficio de una cruzada contra una corrupción que ha. convertido Francia en "una Italia sin jueces", según De Villiers, y ha ensuciado y desacreditado la V República", según Le Pen.Ambos líderes ultraderechistas intentan marcar distancias entre sí, pero sus mensajes son casi calcados: la clase política tradicional está corrompida, la Unión Europea y el libre comercio causan la ruina de Francia y la inmigración es un cáncer del que, en palabras e Le Pen, "emanan todos los males de nuestra sociedad".
Jean Marie Le Pen se convirtió, 61 domingo, en el primer candidato a la presidencia de la República. Los demás se tomarán su tiempo antes de entrar formalmente en una larguísima campaña que, de hecho, ha comenzado ya. Mientras François Mitterrand gestiona desde el palacio del Elíseo su muerte con minúscula y su Inmortalidad con mayúscula, aderezando según le conviene los pasajes de su tortuosa biografía, los candidatos toman posiciones en orden inverso a sus posibilidades reales.
El ex presidente Valéry Giscard d'Estaing, un caso llamativo de impopularidad sólida y permanente, publicó ayer en el diario Le Figaro el primero de tres artículos sobre el desempleo con los que, aparentemente, anuncia el lema central de su campaña: la lucha por el pleno empleo, que él cifra en una tasa de paro no superior al 6%. El jefe gaullista y alcalde de París, Jacques Chirac, ha publicado a su vez un libro sobre su Francia ideal y la necesidad de "un nuevo contrato social" para acabar con el desempleo y la marginación, en el que marca los principios de su candidatura.
Ni el centrista Giscard ni el derechista Chirac parecen contar, hoy por hoy, con posibilidades ante la pareja que, presumiblemente, ha de enfrentarse en la segunda y definitiva vuelta electoral: el conservador Edouard Balladur, actual primer ministro, y el socialista Jacques Delors, actual presidente de la Comisión Europea. Balladur y Delors callan, como buenos favoritos, y dejan que los teloneros empiecen a animar el ambiente.
Silencio táctico de Delors
En el caso de Delors, el silencio no sólo se explica por razones tácticas. Los desastres electorales han profundizado las divergencias en un Partido Socialista que cuanto más pequeño, más revuelto, y la actual dirección mitterrandista no es muy devota de Delors.El ex primer ministro Pierre Mauroy y la propia hija de Delors, la ex ministra Martine Aubry, son los encargados de abrir camino al presidente de la Comisión en el próximo congreso del partido, del 18 al 20 de noviembre. Mauroy y Aubry acusan al primer secretario, Henri Emmanuelli, de sectarismo, inconsciencia, extremismo y, sobre todo, de no hablar lo suficiente con Delors. Apenas tres meses después de la caída de Michel Rocard y el ascenso de Enimanuelli, los socialistas parecen abocados a otro vuelco.
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