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En el filo de la navaja

Las repetidas crisis entre IU e IC ponen en cuestión el marco de relaciones entre ambas fuerzas

Las complejas relaciones entre Izquierda Unida (IU) y sus aliados de Iniciativa per Catalunya (IC) están bajo mínimos. La semana pasada sufrieron una de las convulsiones- más intensas de los últimos tiempos. La escalada de críticas y reproches entre las direcciones de ambas fuerzas políticas, desatada a raíz de la comparación entre el nacionalista Jordi Pujol y el dictador Francisco Franco establecida por el líder de IU, Julio Anguita, es la última cuenta -y quizá la más estridente- de un rosario de desencuentros que ha colocado las relaciones entre IU e IC en el filo de la navaja.El conflicto sobre el hecho nacional catalán y sobre el propio encaje de las formaciones que dirigen Anguita y Rafael Ribó no le viene de nuevo a ninguna de ambas partes. Mirando hacia el pasado, este litigio encuentra claros antecedentes en la relación entre los dos partidos comunistas de los que IU e IC son herederas: el PCE y el PSUC, respectivamente. Precedentes históricos son la expulsión, en 1949, del líder del PSUC, Joan Comorera, por su defensa de la independencia y el carácter nacional del partido catalán respecto del PCE; o la amenaza de Santiago Carrillo, al despuntar la década de los ochenta, de romper las relaciones establecidas entre el PCE y Hoy, el marco de relación entre IU e IC es sustancialmente distinto del que unía al PSUC con el PCE. Iniciativa per Catalunya, como ya sucedía con el PSUC, no es una federación territorial más de Izquierda Unida, sino una organización soberana y jurídicamente independiente. Pero a diferencia del marco PCE-PSUC, IC no tiene voto en las decisiones que adopta IU y viceversa, de modo que los acuerdos de una formación no son vinculantes para la otra. Con todo, el actual deterioro de la relación entre ambas formaciones no es ajeno al creciente clima de incomprensión entre Cataluña y el resto de España. Un clima generado en buena medida por los ataques anticatalanistas lanzados por el PP y por sectores de la izquierda española como parte de sus respectivas estrategias de oposición a un Gobierno socialista cuya estabilidad depende del apoyo que le prestan los nacionalistas catalanes.

Pero la cuestión nacional no explica por sí sola el desgaste que hoy experimenta la relación IUIC, sobre todo si se tiene en cuenta que ambas fuerzas políticas abogan, sobre el papel, por un mismo modelo de Estado. Aunque una cosa son los documentos y otra los sentimientos. Los chirridos relativos al hecho catalán son, por su componente emocional e incluso irracional, los que han dado lugar a mayores estridencias verbales en la retahíla de diferencias entre ambas partes, pero 'las discrepancias políticas más importantes se han situado casi siempre en otros parámetros.

Las posturas encontradas sobre el Tratado de Maastricht; la idea de Ribó -hoy arrinconada por la propia realidad- de crear una confederación de izquierdas periféricas, que levantó las iras de un Anguita enfrascado en el fortalecimiento y la expansión federal de Izquierda Unida; los coqueteos de la dirección de IC con el sector renovador de IU; la política de alianza; de ambas formaciones, y la radicalidad de Izquierda Unida frente a las sutilezas de Iniciativa per Catalunya en la estrategia de oposición a los socialistas constituyen algunas de las brechas políticamente más profundas de cuantas se han abierto en los últimos tiempos entre IU e IC.

Todo eso sin olvidar otro destacado motivo de fricción constante: el rechazo mutuo, casi químico, que preside las relaciones personales entre Ribó y Anguita. Procedentes de clases sociales y experiencias vitales radicalmente distintas, este vástago de una acaudalada familia de la burguesía catalana y este nieto de guardia civil e hijo de militar de baja graduación tienen pocas ligazones más que el agua y el aceite.

¿Qué clase de porvenir aguarda a estos consortes, cuyas crisis parecen cada vez más frecuentes y subidas de tono? ¿Es sostenible indefinidamente una relación jalonada de reproches mutuos? ¿Es posible la pervivencia de la alianza sin una revisión de sus propios fundamentos?

El último rifirrafe ha dado alas al sector nacionalista más radical de IC, minoritario, en su tradicional pretensión de divorciarse de una pareja a la que considera como un lastre que hace imposible un hipotético despegue electoral en Cataluña. Esta postura se estrella, sin embargo, contra el sector mayoritario de Iniciativa y, por supuesto, contra el grupo anguitista de la formación catalana, también minoritario. La mayoría está por la normalización de las relaciones, pero sin que ello suponga merma alguna de la soberanía de IC. La ruptura equivaldría al suicidio político.

En las filas de IU tampoco faltan quienes, a raíz de esta escalada de tensión y alentados por el tirón electoral de Anguita (que ha batido las mejores marcas del PCE y que con toda probabilidad permitirá que IU se haga un lugar en el Parlamento vasco en las próximas elecciones autonómicas), se han sentido tentados de prescindir de sus socios catalanes e intentar un desembarco de las siglas IU en Cataluña. Una tentación también minoritaria y que, en cualquier caso, adolece de miopía política: hasta el sector anguitista de IC se quebraría por la mitad ante tal eventualidad.

Ya en el terreno de las especulaciones, cabría apuntar otra posibilidad. Consciente de su progresión electoral, muy superior a la de sus socios catalanes, y harto de las constantes refriegas con Ribó, Anguita podría haber optado por tensar la relación con sus socios al objeto de desestabilizar el terreno que pisa el líder de IC.

Al fin y al cabo, hay algunas cosas que Anguita nunca perdonara a Ribó. Una, los devaneos del político catalán con los renovadores de IU. Otra, que Ribó le tildase de reaccionario (véase EL PAÍS del pasado 16 de julio) en respuesta a los ataques del líder de IU contra la burguesía catalana, justo un día después de que ambos- hubiesen dado por zanjado el asunto.

Pero esta hipótesis tiene un punto débil: hoy no hay litigios de liderazgo en el seno de IC. Sin una figura alternativa a Ribó, resultaría poco enos que ocioso intentar desestabilizar a la dirección actual.

Tras la tregua formal firmada el miércoles pasado, en la que ambas partes constatan que sustentan políticas discrepantes y abren la puerta a un proceso de "reflexión común" sobre esas diferencias, a nadie se le escapa que, en el mejor de los casos, la relación IU-IC nunca quedará libre de determinado grado de conflictividad. De si ésta se encauza a través de un debate político sereno o se desboca a lomos de una espiral de enfrentamientos viscerales depende en buena medida el futuro de la alianza.

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