El 'toro del campo' se celebra sin autorización en varios pueblos
Caballistas, coches, tractores y astado se persiguen por las eras
Los encierros por el campo son un secreto a voces. Sin el permiso de la autoridad pertinente -la Jefatura Superior de Policía- los Ayuntamientos los incluyen en sus programas de fiestas con medias palabras. Cientos de vehículos todoterreno, turismos, tractores, camiones y alguna pala excavadora se dan cita cada mañana en el pueblo que corresponda junto a un, nutrido grupo de caballistas que intentará reconducir al toro en los momentos de peligro o cuando ya cansado se esconda en los matorrales.Camarma (1.600 habitantes), Alarpardo, Meco (3.644), Los Santos (968), Valdeavero (492)... la lista es larga. En Camarma lleva celebrándose desde 1979 y este año ha sido muy corto, el toro murió poco tiempo después de salir al campo. "Al ser el toro muy bravo golpeó a un coche, el vehículo continuó en marcha y al girar le rompió el cuello", explicó el alcalde camarmeño, Luis Gregorio Díaz (PSOE).
Un escapado
En Meco un toro "se escapa de la plaza" una vez al año desde hace ocho. El eufemismo es de su alcalde, Antonio Barranco (PSOE).
Un funcionario malhumorado de Los Santos de la Humosa aseguraba que este año no habría toro por el campo. El pasado domingo, a las 11.00, en un trigal a la salida del pueblo más de 100 vehículos y 20 caballistas esperaban a que trajeran el toro para soltarlo. La comitiva era de unos 200 vehículos, muchos preparados con parachoques caseros y ruedas para parar los golpes en los laterales. Había tractores y furgonetas ocupadas por la familia al completo, bien provistos de vino, cervezas, jamón, chorizo y queso.
Cuando se abrió la puerta del camión, el toro salió corriendo hacia los montes y el parque automovilístico detrás. Al principio el toro corría, embestía, la gente le tenía respeto y los menos valientes sólo se atrevían a verlo de lejos. Después de una hora el astado esquivaba a los humanos y buscaba un escondite. Se metió en unas jaras y al no poder sacarlo se acabó la diversión. Alguien mató al animal de un tiro y todos volvieron al pueblo. Durante aquellas dos horas no apareció por allí ningún guardia civil.
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