Juan Pablo II llega hoy a Zagreb en medio de un clima de exaltación nacionalista
Hubiera debido ser la tercera etapa de un improbable periplo por la ortodoxa Serbia, la musulmana Bosnia y la católica Croacia, los tres factores principales de la nueva guerra eslava. Pero la rea ha hecho que el proyecto de Juan Pablo II quede reducido sólo a Zagreb, la capital croata, donde el presidente Franjo Tudjman ha afirmado ya que el Papa apoya el derecho de Croacia a restablecer "por todos los medios" su soberanía sobre Krajina, el territorio controlado por la minoría serbocroata.
El clima de exaltación nacionalista dificulta extremadamente la intención del Pontífice de dar a, la visita, que comienza hoy y concluirá mañana, un sentido fundamental de reconciliación y de superación de las profundas raíces religiosas del conflicto de los Balcanes. En los discursos preparados para el fallido viaje a Sarajevo, el Pontífice ha insistido sobre la importancia del "nacionalismo exacerbado" como factor desencadenante de esta guerra y ha presentado a las tres religiones dominantes en la zona como otras tantas Víctimas de la misma locura nacionalista.El problema es que no se concibe un nacionalismo serbio sin religión ortodoxa, ni un nacionalismo croata que no se reclame de fe católica. En cuanto a los musulmanes, que son serbios o croatas conversos, fueron declarados nacionalidad por Josif Broz Tito precisamente en base a su peculiaridad religiosa. Tito, el gran jefe partisano, qué era croata y marxista -luego ateo e internacionalista-, no desdeñó ningún recurso práctico para recomponer el inestable rompecabezas de una Yugoslavia capaz de superar las guerras atávicas eñ esta franja donde Occidente y Oriente han tendido a chocar como los continentes a la deriva.
Croacia es igualque decir fidelidad histórica a Roma, y Serbia, adhesión a Bizancio. Una dualidad básica, qué se ha mantenido a lo largo de los siglos y de una evolución que pasa notoria mente por una efímera Croacia filogermánica y fascista y por una Serbia filorrusa y llena de as piraciones hegemónicas.
Para afirmar su propia identidad, escapando a la disyuntiva católico-ortodoka, los habitantes de Bosnia, la tercera gran región balcánica, abrazaron primero el maniqueísmo de Bogumil, un monje búlgaro, y a partir del siglo XV, se convirtieron mayoritariamente al islam importado por la dominación turca.
Mezclados y distribuidos a veces caprichosamente por las migraciones y el empuje de las guerras, los pueblos de la antigua Yúgoslavia siguen ligados a esas referencias históricas. Los musulmanes, miran con pocas esperanzas hacia una impotente Ankara, mientras que los serbios se apoyan en Rusia y en su iglesia nacional ortodoxa. Los croatas confían en Alemania y en la Iglesia de Roma, que también ha sido gran mentora de la independencia de Eslovenia, otro país católico qué el Papa no ha querido visitar para no romper el equilibrio inicialmente previsto de esta gira. Además, los eslovenos apenas han sufrido esta última contienda.
Con los atacados
El Vaticano mantiene, no obstante, que, durante el conflicto actual, ha estado siempre junto a la parte atacada. El cardenal primado de la Iglesia croata, Franjo Kuharic, condenó, por ejemplo, hace un ano, al jefe de los croatas bosnios, Mate Boban, cuando lanzó el ataque contra los musulmanes que desembocó en la destrucción de, la ciudad de Mostar. Las relaciones de Tudjman con la Santa Sede se resintieron también algo por aquellos hechos.Pero para los serbios, esto no quiere decir gran cosa, recuerdan que también Alois Stepinac, el arzobispo católico de Zagreb en los primeros anos cuarenta, se distanció finalmente del régimen de Ante Pavelic y sus feroces ustachas, tras haberle dado un apoyo inicial decisivo. Tito condenó a Stepinac por esa causa.
El pasado y el presente se confunden y refuerzan en un río de sangre que parece destinado a no terminar nunca. Ante PavIe, patriarca de Belgrado, se mantiene próximo al nacionalismo más extremista, del mismo modo que la Iglesia ortodoxa serbia fue el gran sostén cultural de los chetniks, los monárquicos serbios, tan crueles como los ustachas.
Milan Bozic, un miembro del Parlamento de la Federación Yugoslava, ha revelado que, cuando le fue solicitado a PavIe, hace meses, que consintiera en la celebración de una misa ecuménica en Belgrado, éste respondió en que "por respeto a todos los serbios muertos durante la II Guerra Mundial, no se reuniría con el Papa".
Y el metropolitano Jovan, segundo del patriarca PavIe, confirmó que, la visita de Juan Pablo II a Belgrado habría sido aceptada sólo "si el Papa hubiera denunciado oficialmente el genocidio serbio perpetrado por los croatas".
En Croacia, hay unos cuatro millones de croatas y otro medio millón de serbios. Estos controlan aproximadamente un cuarto del territorio del país, la región de la Krajina. Croacia sigue en guerra, aunque no haya hostilidades abiertas. El próximo día 30 vence el mandato de las fuerzas de la ONU desplegadas en el país. El Gobierno croata de Franjo Tudjman pone condiciones para que puedan proseguir su tarea pacificadora.
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