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Historias de un perdedor

El Sistema. Mi experiencia del Poder, de Mario Conde es la saga de La guerra de las galaxias, pero con un mal final. El Imperio, representado por un Gobernador de negra armadura y metálica voz, vence a Luke Skywalker y vende a la Princesa Banesto en el mercado de las esclavas.No es muy destacado el puesto de Mario Conde en el palmarés de los grandes. aventureros españoles de las finanzas. Es cierto que ha conservado la fortuna que acumuló a costa de los accionistas de su banco Pero no ha conseguido escalar los. altos puestos del Estado como Cabarrús o Salamanca.

Aprendí de Karl Popper a resistirme a la seducción de las teorías conspiratorias de la historia. La tentación de las mentes primitivas es dotar de malvada inteligencia y torcidas intenciones a las instituciones sociales.

Una "clase política" se organiza para ocupar el poder. "El Sistema dispone de mecanismos para convertir a un sujeto en un miembro de la elite". Cuando uno de esos individuos falla el Sistema mantiene una particular saña con el personaje afectado". Pueril antropomorfismo.

En la historia, las conspiraciones son constantes, pero muy pocas triunfan. La gran ley social de las consecuencias inesperadas de toda decisión colectiva lleva á que el resultado de los acuerdos secretos se vuelva normalmente contra sus muñidores. Ni el "plan" de Carlos Solchaga y Mariano Rubio ha salido como ellos querían ni la aventura de Mario Conde ha terminado felizmente.

No es Conde un pícaro Lazarillo. No pertenece al siglo XVI sino al XIX. Cabarrús, un comerciante francés afincado en España, convenció a Carlos III y sus ilustrados ministros de la necesidad de un banco nacional, predecesor de nuestro Banco de España. Pero no dejó de involucrar a esa institución, cuyo patrón era San Carlos, en los suministros del ejercito y la armada, en propio beneficio. Y, pese al su clara pluma e interesante pensamiento filosófico, acabó de ministro de Hacienda de José Bonaparte, derrotado y arruinado. El marqués de Salamanca también entró en la órbita del Banco nacional. Consiguió fundirlo con el suyo de Isabel II. Construyó ferrocarriles con los Rothschild. Se arruinó con el barrio madrileño que lleva su nombre. De ministro de Hacienda y banquero generoso con las mujeres acabó en especulador quebrado. Su mesa de billar luce ahora en la biblioteca del Banco de España.

Mario Conde inventa en su libro un mundo de partitocracia, conspiraciones desde el poder, oscuras luchas por los medios de comunicación, qué no son sino la equivoca espuma de la Historia. Para distraemos de lo ocurrido en Banesto, propone reformas constitucionales que le facilitaran una carrera berlusconiana. Nuestra democracia tiene defectos, pero ninguno que no podamos resolver los votantes.

Pese a adornos literarios, Conde no convence. Algún robot enano le ha buscado citas. Arriesga una de Stuart Mill, de hace un siglo" (escrita en todo caso en 1865), que no encuentro en sus obras, si no es completamente deformada.

El fondo de la historia es otro. Si Banesto y la Corporación hubieran ganado dinero, Mario Conde sería un vencedor. Cuando el Bilbao quiso comprar Banesto la oferta equivalía a 6.500 pesetas por acción. Conde convenció a los accionistas de que no vendieran y le hicieran confianza. La acción de Banesto vale hoy 1.000 pesetas.

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