¿A quién le interesa realmente Africa?
Aun con el silencio informativo sobre la situación que atraviesan la mayoría de los africanos, sólo roto por recientes tragedias difíciles de ignorar, cualquier ciudadano se pregunta en estos tiempos: ¿qué está pasando en África? ¿Cuál será su futuro?Ante la falta de debate a fondo y comprometido con el prinicipal problema de la humanidad en este fin de siglo -la crónica tragedia de 400 millones de africanos-, es aún más grave la falta, de rigor con que William Pfaff analiza la situación de África en su artículo El dilema de África (EL PAÍS, 22 de agosto).
La impresión general que transmite este artículo se resume en su primera frase: "El problema de África es muy sencillo". En él hay muchas otras ideas y sugerencias que subrayan esta actitud de prepotencia y arrogancia occidental que tanto daño han hecho y siguen haciendo a África; dice: "No existe sociedad civil profesional, culta y políticamente activa"; identifica el "sistema tribal" como un problema en el mismo grado que la pobreza o el sida; describe al África poscolonial como "comunidades simples, agrícolas o dedicadas al pastoreo"...
Al margen de estas discutibles opiniones, hay un número de errores objetivos: la descolonización no siguió a la II Guerra Mundial, las naciones africanas no nacieron con la "ambición de convertirse en naciones modernas" -al estilo occidental- (pobre interpretación del movimiento iniciado por N'Krumah), ni "casi todaá" ellas "siguieron el' modelo estatal-socialista", ni tampoco las "guerras revolucionarias" son "guerras de facciones", ni éstas pueden definir a las que hoy afectan (ignoradas por la prensa occidental) a Sudán o Angola (buena ocasión esta última para que Pfaff mencionase la influencia de su país, Estados Unidos, en el conflicto).
Sí que es cierto que las condiciones actuales son peores que en 1950. Ante esta evidencia, las sugerencias de Pfaff de "neocolonialismo internacional desinteresado", de sugerir (¡desde Occidente de nuevo!) nuevas fronteras, de crear esa "sociedad cívil" (¿el motor del consumo capitalista?), es, al menos, injusta. Triste es también, el final de su artículo, en el que expone cómo Occidente, acaso sólo interesado en las materias primas, y "con otras cosas por hacer", se pregunta: "¿Qué más se puede hacer?". (donar, de media, el 0,5%. de su PIB, en buena parte como créditos convenientes). Yo me preguntaría: ¿a quién realmente le interesa África y su futuro? - Juan Garay.
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