La última frontera

MIGUEL INDURÁIN destrozó ayer el récord de la hora, la frontera más íntima del ciclismo. Más que la epopeya, del Tour o de las grandes clásicas, donde el corredor se mide frente a los demás y frente a la naturaleza, el récord de la hora mide los límites del hombre. Esta vez, Induráin ha triunfado sobre sí mismo. Esta proeza coloca definitivamente al campeón español en el mismo altar que Coppi, Anquetil y Merckx, la santa trinidad del ciclismo. Todos ellos precisaron su condición legendaria con la conquista del récord de la hora.Lejos de su presunta condición cibernética, el último Induráin ha arrojado su célebre máscara para mostramos el lado épico de su carácter. Esta temporada hemos visto al ciclista febril que se desata y decide el destino del Tour en la escalada a Hautacam, al competidor obsesivo que arremete contra el tiempo en Burdeos, al hombre que tiene la entereza de sobreponerse a una situación muy desagradable en uno de los momentos más exigentes de su vida. Induráin ha desvelado su más insospechada vertiente: es un héroe próximo a nosotros.

El récord simboliza además el salto que ha dado el deporte español desde la pobreza hasta la abundancia. Cuando se señalan los grandes referentes del deporte aparecen el Masters de Augusta, Wimbledon, Roland Garros, el Tour o un gran campeón de 1.500. Todas esas cumbres han sido alcanzadas este año por campeones españoles. El récord de Induráin ayuda a cerrar el círculo mágico.