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Reportaje:

Emboscada en alta mar

Un barco de aduanas camuflado persiguió cinco días al mercante que llevaba 1.000 kilos de cocaína

Xosé Hermida

Esbelta como un cerro flotante, la silueta del Zwanet se dibujó entre la niebla. Esa noche había menos de media milla de visibilidad y los guardacostas españoles tenían que elegir entre los ocho barcos que navegaban por la zona: uno de ellos transportaba desde la costa de Surinam un cargamento de más de una tonelada de cocaína. Los cálculos realizados a bordo del guardacostas se revelaron exactos como un reloj de precisión. El primer objetivo seleccionado resultó el correcto: aquel mercante con bandera de las Antillas Holandesas, que el 18 de julio había partido de Las Palmas para atender un encargo del cartel colombiano de Cafi. El Zwanet se puso a toda máquina mientras parte de su tripulación trataba de arrojar al agua a los guardacostas que trepaban por el costado del barco. Pero una hora después, los 13 contrabandistas estaban esposados. Más de 1.000 kilos de cocaína seguían en sus bodegas.En el océano, no hay policías y ladrones: hay marineros al servicio del Estado y marineros al servicio de algún grupo delictivo. "Cada uno trabaja para lo suyo. Nosotros, para intentar atraparlos, y ellos, para intentar despistarnos. Y no siempre ganamos nosotros", explica Jesús García Caparrós, un almeriense de 39 años que dirigió la captura del Zwanet.

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El capitán y tres tripulantes, en libertad

García Caparrós capitaneaba el buque camuflado del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) que el pasado día 15 partió de algún punto de la costa gallega para culminar un trabajo que se había iniciado cuatro meses antes. Después de nueve años como agente guardacostas, Jesús ha acabado especializándose en abordajes en alta mar. En junio de 1993 ya dirigió la captura, entre el cabo de San Vicente y la isla de Madeira, del barco Martere, cargado con dos toneladas de cocaína. "Antes de salir, sueles sentir una gran responsabilidad", comenta: "Sabes que hay un montón de gente que depende de ti. Si tú fallas se puede ir al traste un trabajo de muchos meses".

Con 11 agentes a bordo, el buque del SVA salió al encuentro del Zwanet, que se disponía a acercarse a la costa portuguesa. Desde hacía tiempo, sus movimientos eran seguidos por un amplio operativo policial que coordinaba el juez de la Audiencia Nacional Carlos Bueren. La embarcación guardacostas se fue aproximando a su objetivo cuidadosamente, según las informaciones que recibió de tierra sobre la posición de los narcotraficantes. "Se trata de situarse a una distancia prudencial", señala el capitán, "desde donde puedes seguir sus movimientos sin que ellos adviertan tu presencia. Y luego, aguardar el momento oportuno".

Ese momento parece llegar a las siete de la mañana del día 19. El Zwanet se encontraba a tiro, pero comenzaba a amanecer y García Caparrós prefirió esperar a que oscureciese. Entonces surgió un contratiempo, que durante 12 horas mantuvo en vilo a los guardacostas: de repente, habían perdido la pista de los narcotraficantes. Fueron instantes de gran inquietud, hasta que a las siete de la tarde la radio de a bordo captó una comunicación de otro barco que advertía al Zwanet que estaba invadiendo el carril contrario al que le correspondía en el dispositivo de tráfico marítimo del archipiélago de las Berlingas, un grupo de islotes situado a unas 40 millas al oeste del puerto portugués de Figueira da Foz, muy cerca de Oporto.

Por la zona navegaban ocho buques. García Caparrós echó cuentas. Tras hacer un cálculo de velocidades y posiciones, escogió un objetivo. Cuando se izó una lancha neumática y 10 agentes se subieron a ella, era la una de la madrugada y la noche se había cerrado de niebla. Otra dificultad más, especialmente si el barco elegido no era el correcto.

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Pero las cuentas no fallaron. Allí estaba el Zwanet, parado sobre el mar, probablemente esperando a que de un momento a otro llegasen las planeadoras para transportar la mercancía. La lancha neumática fue acercándose hasta que le sorprendió una enorme bocanada de humo negro. Los narcotrafiacantes se habían percatado de su presencia y comenzaron a navegar a toda máquina, haciendo movimientos irregulares para entorpecer el abordaje. Algunos marineros tiraban los fardos de droga al mar.

Uno de los guardacostas logró enganchar una escalera en un costado del mercante, pero desde cubierta intentaron soltarla. Al final, el agente pudo trepar. A los primeros tripulantes que encontró, les fue esposando en cualquier lugar donde se pudiese fijar una cadena. "Los momentos iniciales son absolutamente caóticos. La gente grita y se pone muy nerviosa", cuenta García Caparrós. "Buscas por todas partes a ver si hay alguien escondido. A algunos los coges durmiendo. A la esposa del capitán, que viajaba con ellos, casi le da un ataque de histeria y uno de los tripulantes sufrió una taquicardía". Cuando todos los detenidos fueron alineados en cubierta, se inspeccionaron los camarotes y allí apareció la droga.

García Caparrós y el resto de sus compañeros disfrutan ahora de unos días libres como gratificación por el éxito obtenido. Relajado y satisfecho, el capitán recuerda 16. que siempre le dice su madre: "Tu trabajo quizá no sea muy peligroso, pero desde luego lo es más que el de bibliotecario".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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