_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

San Jose: otro paraíso

Soy bella, no me toquéis", es un verso áureo de Pitágoras.Para decir una palabra de San José, pedanía de Níjar, habitado por 190 personas punto costero singular del Parque Nacional de Cabo de Gata, Almería, hay que cargar el bolígrafo de ensoñación de todos los tiempos inmernoriables; en aquellos túneles de la historia hubo aquí yacimientos de plomo, zinc, manganeso, oro y plata; la sierra actual de Cabo de Gata es el complejo volcánico más importante de la península Ibérica, pero su formación hay que indagarla, dicen los más técnicos, "en los fenómenos postorogénicos de las cordilleras béticas"; en otros siglos la vegetación fue diosa caprichosa: las sabinas se dieron hasta con abundancia y el cornical (un matorral), los acebuches, efedras, el orobal; ahora, en la Playa de los Genoveses, que sigue a la bahía de San José, hay una plantación de pinos, cipreses, eucaliptos y chumberas; más adentro, sobre estos suelos volcánicos, tostados al sol, que dijéranse áridos irán a la luz del día una vida como de otro planeta, que pueden tacharse de incoloros y son mapas policromados en fórma de montañas,. en estos espacios vírgenes aún aparecen grupos de palmitos y espinos negros y espartales y tomillares; en ciertas umbrías de la sierra se pueden adivinar encinas que son recuerdo, o epitafio, de los encinares de otros tiempos. La fauna la ha parido la estepa austera y los conejos vuelan por los matorrales y el águila baja en picado de las alturas celestes a la caza de perdices; el mar es generoso: los bancos de lisas, caballas, jureles, los lenguados o la nacra, molusco que puede medir un metro de largo, desmiente al Mediterráneo cloaca del mundo. Bueno, dicen los historiadores que aprovechando los vientos de poniente y levante el comercio de minerales, salazones y otros productos alcanzó gran desarrollo en los albores de la historia.

San José es un modelo del milagro que aún es el Parque Nacional de Cabo de Gata-Níjar: es tierra virgen; el salvajismo urbanístico que hemos atravesado desde Huelva hasta Almería, pasando por El Ejido y sus mares de plástico (invernaderos), acabó aquí, en Cabo de Gata, en San José, pueblo desperdigado, sin infraestructuras para sus millares de visitantes, pueblo sin plaza, donde pueden perfumar los basureros, con un cartero y una oficina de Correos (su domicilio) que responde a las necesidades de San José cuando, hace 30 años, el pueblo tenía diez vecinos. Algún residente teme lo peor: el desarrollismo enloquecido; con el parque natural alguien nos ha relacionado al Juan Guerra de antes de sus cuitas con la justicia; el municipio de Níjar está gobernado por socialistas desde 1982 "y gasta dinero en el interior, donde hay votos; en toda la costa del parque natural somos 900 vecinos y no les interesa, electoralmente". Una casa por aquí, otra por el otro lado, es una estampa de belleza diferente; todo ha sido posible en Cabo de Gata por la escasez de agua potable y porque su dueño original y absoluto, José González Montoya, latifundista de órdago, rico y anglófilo, vendía parcelas con cuentagotas y "a la piedra": lanzaba un canto y el terreno que alcanzara se lo vendía a su pretendiente; de don José se cuentan anécdotas que rezuman su amor por esta tierra de belleza única: un grupo del Banco de Vizcaya quiso construir hoteles en los terrenos junto a la Playa de los Genoveses, que poder admirarla es como oír recitar el Cantar de los cantares. Le ofrecieron mil millones de pesetas, pero cuando le informaron de que obrarían en una diminuta colina, zanjó el asunto: "Ahí es donde se cobija un rebaño de cabras; no vendo". Y todo al traste. San José aún es virgen y su arquitectura es mediterránea, y de alguna manera recuerda a la casa tradicional, cúbica, con muros de carga gruesos, huecos pequeños, encalada de blanco, aunque, informa el arquitecto Alejandro Pérez, "la tendencia nos devuelve a la tradición: encalar cada casa con el color de la tierra que le da asiento". Josefina, presidenta de la asociación de vecinos, dice secamente: "Pasarán por encima de mi cadáver si llegaran a deteriorar este paraíso".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_