El voto de Chiapas en una caja de galletas
La falta de urnas y de papeletas alteró la primera votación de la aldea zapatista de San Miguel
El aislamiento en el que vive San Miguel desde el 1 de enero quedó roto el domingo. La instalación de una mesa electoral abrió a las miradas ajenas, por unas horas, esta bella aldea de la selva Lacandona, bajo control del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Las comunidades indígenas de la zona, siguiendo las consignas zapatistas, votaron por primera vez en su vida. Llegaron a lo largo de todo el día por esos interminables caminos de tierra. En camión, a pie. Esperanzados con la idea de poder cambiar su destino. Pero lo que no llegó a- San Miguel fueron las urnas. El voto se depositó en cajas de galletas."¿Todo tranquilo?", pregunta un hombre. "Todo tranquilo", responde una voz infantil. La conversación prosigue en tzeltal. Esta charla, captada en la radio del vehículo, es la única presencia zapatista en el camino que une Ocosingo con San Miguel. Cumpliendo su palabra, los retenes del EZLN se habían replegado momentáneamente al interior de la selva. En San Miguel, un adolescente de amplia sonrisa comprueba el permiso para entrar, en la zona. Es el único control.
Una fila de hombres y otra de mujeres, que se protegen del sol con mantillas y toallas, aguarda a las puertas del barracón de madera que sirve de colegio electoral. Dentro, Juana se ríe cuando le frotan su dedo meñique con tinta indeleble. Como el resto de sus vecinos, es la primera vez que vota. Y como el resto de sus vecinos, lo ha hecho por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). El EZLN no recomendó abiertamente ninguna opción, sólo rechazó al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Fernando Corona, un carpintero de San Cristóbal que se ofreció como capacitador electoral, se llevó la primera sorpresa del día: "El Instituto Federal Electoral (IFE) no nos envió las urnas, ni las mamparas". El ingenio popular suplió la torpeza oficial. Tres cajas de galletas fueron transformadas en urnas transparentes y unos cartones con cinta aislante se convirtieron en mamparas.
Una carencia, sin embargo, fue insalvable: la falta de papeletas. Y es que la de San Miguel era una casilla especial, una mesa abierta para las poblaciones desplazadas, donde se podía votar, sólo con la credencial, sin estar empadronado. En estas mesas el número de electores está limitado a 300 personas, según una reforma de la ley electoral destinada a frenar el fraude."¿Por qué no han puesto dos mesas? Este pueblo tiene registrados 300 votantes. Y están llegando decenas de personas de otras comunidades", se preguntaba un observador.
A media mañana, los habitantes de San Miguel esperaban cobijados a la sombra de los árboles o en sus casitas de adobe Habían votado ya 150 personas, pero ninguna del pueblo. "Hemos acordado que los que vienen de fuera voten primero. Pero ahorita ya parece que se acaban las boletas, y no vamos a poder hacerlo nosotros", comentaba en un español dificultoso José Luis Castellano, el alcalde, puro tzeltal a pesar del nombre. %Y que va a pasar?" "No lo sé, ya veremos".
La voz se corrió por el pueblo: al cierre de las urnas habría una asamblea de todos los que se quedaron sin votar. Lo harían a mano alzada. Para hacer oír su voz. Como gesto testimonial.
A esas horas una situación similar se vivía en Ocosingo, la cabecera municipal. La casilla especial del pueblo estaba a punto de cerrar: quedaban sólo 30 papeletas y la cola de espera era enorme: indígenas desplazados y soldados destinados allá por el conflicto zapatista, nativos de Ocosingo que no estaban registrados en su padrón correspondiente...
Otra mesa caótica se abrió en el extremo de la plaza. Un joven de larga melena, ayudado por otros vecinos, garabateaba apresuradamente las siglas de los partidos en cuartillas blancas. Junto a ellos, tres urnas manufacturadas. "Es una mesa simbólica, para la gente que no ha podido votar. No nos vamos a quedar así".
.Una larga fila empezaba a formarse también en esta casilla. Muchos parroquianos pensaban que era de verdad. Los jóvenes entregaban las 'papeletas' y explicaban su filosofía.
Expectativas frustradas
La insuficiencia de papeletas en las casillas especiales, las mesas electorales para la población no empadronada por estar en tránsito, no fue exclusiva de la zona de conflicto zapatista: sucedió en toda la República mexicana. La decisión de limitar el número de votantes en estas mesas, focos de fraude del gobernante PRI, fue aprobada por todos los partidos para estos comicios.El problema en el Estado de Chiapas fue que el levantamiento zapatista del 1 de enero provocó importantes movimientos de población. En la ciudad de Ocosingo, por ejemplo, hay ahora unas 8.000 personas desplazadas: 3.000 indígenas y 5.000 soldados. Las 300 papeletas de la mesa especial allí instalada resultaban una broma pesada.
El desencanto de los votantes frustrados se canalizó por vías distintas. En Tuxtla Gutiérrez, la capital del Estado, terminó en enfrentamientos con la policía y rotura de cristales del palacio municipal. En el resto de los lugares, en iniciativas simbólicas, como asambleas o votaciones ficticias. En todos, la decepción borró las expectativas creadas en un Estado tradicionalmente abstencionista.
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