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Tribuna
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Rocío: la Virgen

El progreso de hoy no es sino el absurdo de ayer más una pizca de locura individual, indescifrable...".Que se sepa: esta etapa que iniciamos en Cáceres es una multicontrarreloj. Es prueba para el alma y para los riñones. Rodamos por la Ruta de la Plata; la carretera no es de plata, ni de bronce tan siquiera. Extremadura abajo nos escoltan alcornoques, yerbajos, hierbas asoladas por el sol que cae con precisión, y por los morros de las peñas preñadas que asoman. Más kilómetros hasta que percibimos una desazonada sociedad de hombres y de mujeres tumbados bajo las encinas, mirando como es pantados al sol que les amenaza, manipulando sin alma sus cace rolas, platos de tortilla, bollos de pan, botellas de vino con tapón de plástico, gaseosa. Preguntamos ¿están de vacaciones? Un hombre dice que sí, cansino, desguazado. Más Ruta de la Plata hasta Torremejía, Badajoz, en el bar del hotel Flores, aseado, justo pegado a la carretera; lo llevan dos familias, han despedido a sus cuatro empleados, ellos son cuñados y uno habla: "Por aquí han cruzado el pueblo miles de coches en el día de hoy, pero no paran. Esto aún sigue mal; del 87 al 91 fue bien; después cada vez peor; ahora dicen que hay más empleo, es mentira, es temporero". En Almendralejo, en la carretera que divide en dos al pueblo, dan color unos 300 puestos de melones callejeros. Domingo Fernández cosecha él los melones y Cuatro hectáreas de viña que vende a bodegueros: que vende a bodehueros: "Este año vienen menos turistas, o por lo menos no pasan por aquí". Su compañero, espatarrado, duerme la siesta a la sombra de la pared. El primer melonero se queja: "Ni un francés me ha comprado un melón este año". Nosotros le compramos dos por 300 pesetas. Atravesamos Calzadilla de los Barros, rastrojeras. Final de una minietapa, inicio de la que sigue por el asfalto de la autopista del V Centenario: esto es rimbombante y es, sobre todo, autopista. Otros arbustos, otra blancura que, hoy, se conjuga con la blancura de las nubes blancas que dibujan parcelas de cielo empedrado; el calor dice su palabra, la brisa también. Abandonamos la autopista en Bellullos del Condado. Es otro universo, más blanco aún En Almonte ya huele a cirio y a rito...

Rocío: delante de la ermita blanca de la Blanca Paloma hemos contado hasta 363 vehículos; ante la puerta grande de la entrada hacia el altar de la Virgen del Rocío un cartelón, en caballete advierte: "Prohibida la entrada en traje de baño o en pantalón corto". El gentío es una procesión multicolor turística; ilusión en las caras; la primera visita es para la Blanca Paloma: una verja distancia a la Virgen, iluminada en sus andas, del turismo andaluz, nacional y de otros mundos; hay quien se conforma con un banco retrasado para orar; hay mujeres y hombres que se arrodillan y aprietan los barrotes de la verja hasta hacerse daño, a la par que sus ojos se tornan vacíos por excitación. Tres mozos de Almonte vigilan la buena marcha de la oración religiosa. En todo el frontal de las afueras de la ermita siete tiendas no dan abasto a despachar souvenirs: medallas, ceniceros... Y velas: cientos, miles de velas de cera se venden minuto a minuto para que el turista las ofrezca a la Virgen en la capilla votativa, justo adyacente a la ermita; aquí arden, al tiempo, durante el día y parte de la noche, cientos de miles de velas: las gentes musitan sus peticiones; con un algo de indiscreción, se oyen sus ruegos; suplica un mocetón del norte, postrado, "Virgen de la Paloma, dale trabajo a mi hermana". Un pobre muy profesional pide a la puerta de la capilla y nos confiesa: "A algunos la Virgen no les concede nada porque vienen aquí de cachondeo". En una de las tiendas, Paqui Larios, dependienta, le suplico una palabra: "Es la alegría de mi vida estar aquí". Manoli, su jefa, con dulzura pronuncia: "Amor.

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