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Entrevista:MUJERES

" Lucho por mantener la ilusión"

Carmen Romero, 47 años, diputada socialista por Cádiz, circunstancial ocupante de La Moncloa desde hace 12 años, es mujer de quien los medios han destacado siempre la discreción. Que la tiene, aunque posiblemente haya, detrás de esa imagen, una mujer secreta que se protege del ojo público. "Tal vez", "quizá", "un poco" "yo creo" y el condicional de los verbos son expresiones que surgen a menudo, como pequeños artilugios defensivos, en la conversación de esta mujer que apenas se maquilla.Pregunta. ¿Cómo se ve la la vida a los 47 años?

Respuesta. No sé si la edad es determinante para eso. Creo que, tal vez, el pensamiento evoluciona por décadas. Para mí, los 47 son como los 46, los 45, ...

P. Ya, pero quizá no sean como los 35, que era la edad que tenía cuando entró en La Moncloa.

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R. Evidentemente, no. Por una parte, aunque sea un tópico, la experiencia te condiciona, porque ya no tienes la misma libertad de pensamiento. Quizás más preocupaciones, derivadas de un mayor conocimiento que, a veces, es perjudicial, porque te añade miedos. Y, probablemente, a esta edad haya quien tenga menos ilusiones.

P. ¿Usted, concretamente?

R. Vivo un poco pensando en no perder la capacidad de imaginar mi propio futuro, en el contexto en el que vivo. Me mantengo en lo que se refiere a la ilusión y a la lucha por determinadas cosas en las que sigo creyendo, aunque con las concreciones del momento. Porque, si no, no se soportaría un trabajo duro.

P. ¿El suyo lo es?

R. Como el de toda persona que se compromete.

P. ¿Cuáles son sus cosas básicas?

R. Las mismas que para toda la gente que pretende sacar gusto a la vida. La familia, los amigos y el entorno en el que uno se mueve y por el que merece la pena trabajar. Incluyo en ese contexto todo lo que han sido mis preocupaciones profesionales, que tienen cabida también. Yo soy profesora de Literatura, sigo haciendo algunas cosas, y eso también forma parte de mi vida.

P.'¿Quiere volver a la enseñanza?

R. be momento, no me lo planteo, porque este trabajo es muy absorbente, pero ésa es mi profesión. Enseñar es duro, pero vale la pena, aunque le ocurre hoy en día, como le puede ocurrir a la medicina o a otras profesiones de humanidades, que tiene una consideración social no ajustada a la realidad: está muy desprestigiada socialmente.

P. Es que parecía que la modernidad pasaba por estudiar empresariales.

R. En todo caso sería una modernidad malentendida, porque yo no la veo sin un profundo sentido humanista. Pero sí es cierto que nuestro país ha tenido, por una larga tradición histórica, un escaso interés por todo lo que es la ciencia y la técnica. Es un vacío que tiene que llenarse.

P.En todos estos años en que ha vivido en La Moncloa, ¿le ha sido difícil mantener a salvo a la persona?

R. Yo lo he pretendido, pero eso es como el perfil que te ven los demás. no sabría decir lo que opinan los otros de mi misma. Es un papel difícil, no sólo para mí, sino para mi familia, para mis hijos. Yo he intentado mantener lo que me parece que es esencial desde el punto de vista de mi identidad, de nuestra identidad como familia. No he querido hacer una vida espectáculo ni tener una familia espectáculo, porque he considerado que había unos valores importantes que proteger y defender.

P. En cierta ocasión manifestó que la preocupaba que sus hijos crecieran en un ambiente de facilidades.

R. Yo creo que ellos han sufrido ese riesgo de tener una vida fácil, pero han pasado por tanta dificultades para hacer su propia vida, que eso les ha modelado de una manera especial. Vamos, que son más fuertes ante determinados inconvenientes, porque han vivido experiencias que otros jóvenes de su edad no han experimentado. Una cosa ha ido por la otra.

P. ¿Está contenta con ellos?

R. Creo que son unos chavales sanos, diría mentalmente sanos, que es muy importante. Equilibra dos, capaces de vivir su vida incluso den tro de este ambiente. Como madre, no ten go más remedio que sentirme orgullosa de ellos. Yo les he intentado imbuir el sentimiento de que hay que trabajar para ganar el sustento, y que ellos no tienen que ser más que nadie, pero tampoco menos. Eso supone que han de hacer una vida lo más normal posible, como si no fueran hijos de quien son. Y la verdad es que creo que, por esa defensa de su propia privacidad, al margen de la carrera que hayan elegido sus padres, a veces son pasto de venganzas por parte de ciertos medios de comunicación. Me parece abominable ensañarse en gente que no puede defenderse y que está en plena construcción desu imagen.

P. ¿Cómo reaccionan ellos?

R. Afortunadamente, saben que eso forma parte del contexto político. Es duro, pero están educados para ser fuertes.

P. Y usted ¿fue educada para serlo o lo consiguió sola?

R. Mi generación vivió en una época de una atonía total. Los jóvenes nos rebelábamos, sentíamos un ansia de leer, de reflexionar, y eso, unido a unos valores que yo creo que son válidos, como la austeridad y el esfuerzo, de los que me impregnó mi familia, creo que me endureció. Yo creo, también, que es la propia vida la que te hace fuerte, sobre todo si la vives de una forma comprometida.

P. Y ahora, ¿hay debates?

R. Quizás están devaluados por tantas tertulias de radio y televisión con gente que parece no haberse preparado los temas. Pero es un gran momento para reflexionar sobre lo que fueron las décadas anteriores.Hay muchas claves de lo que estamos viviendo que se encuentran ahí.

P. ¿Qué fueron los años 80?

R. Creo que ha sido una época de crecimiento muy fuerte que nos ha aportado, desde el punto de vista político, lo que nosotros consideramos los pilares del Estado del bienestar: que no tengamos el temor a la enfermedad, a la vejez o a la ignorancia. Pero también es verdad que ha sido, como ha dicho el presidente de la Sony, una década financiera. No ha sido una década en que se haya intentado desarrollar la industria. Lo que nos ha pasado, con las turbulencias monetarias, las inversiones de los grandes grupos, la especulación, eso es lo que ha hecho que el crecimiento en muchos países, no sólo en España, haya sido especulativo. No se ha vivido el largo plazo, sino solamente el largo plazo. Culturalmente, es un sarampión que se paga.

P. ¿Qué van a traernos los años 90?

R. Yo creo que eso depende de nosotros. Somos bastante lo que queremos ser, y digo bastante porque será una estupidez hacer un discurso de esa naturaleza. Yo tengo mucha confianza en lo que los seres humanos podemos hacer con nuestra voluntad. Es cierto que no vale la voluntad individual, son las voluntades colectivas, cómo las mueves.

P. ¿Es usted romántica o tiene los pies en el suelo?

R. Una mezcla de las dos cosas.

P. ¿Compañerismo o amor-pasión?

R. Las relaciones interpersonales han cambiado mucho en este siglo. Cuando las dos personas trabajan, ven la vida de distinta manera. Creo que ésta es una dimensión rica, pero no me atrevería a asegurar que otra no la sea, si se basa en el respeto mutuo, el cariño y una serie de cosas permanentes. El amor-pasión está maravillosamente descrito en la literatura, y todos sabemos sus características.

P. ¿Cómo se distrae usted?

R. Tengo poco tiempo libre y lo dedico mucho a mis hijos, a charlar con ellos e intentar ver su mundo, con sus amigos, si me dejan. Y veo televisión. Cualquier cosa: te pones delante y, aunque no la mires, es una de las cosas que más relajan.

P. ¿Se puede defender de la adulación?

R. Eso, perfectamente. Es una de las cosas que más aprendes cuando llegas a un sitio, porque es un sentimiento intuitivo. No es algo que se aprenda, es un asunto de piel.

. P. Si volviera a nacer, ¿repetiría lo mismo?

R. (risas) Es como decirme si me volvería a casar otra vez. Por Dios. Creo que la vida está bien para vivirla intensamente, pero una vez. Dos veces, no se yo cómo resultaría como fórmula.

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