Cortázar a la carta

Hay noches en que Gina y Franc están raros. Tan raros e ni siquiera tienen ganas de quererse. Pero, porque conocen el amor, les sobran ganas de rebelarse contra un juez que come zanahorias después de firmar sentencias de muerte. La compañía La Pajarita de Papel mantendrá hasta el 28 de agosto el estreno mundial de Nada a Pehuajó, una de las cuatro piezas dramáticas del escritor argentino Julio Cortázar, en Fuenlabrada.Mientras Gina y Franc no pueden quererse, una vendedora ofrece objetos imposibles y un pollo suspira un tango antes de convertirse en pollo asado. El público no se queda con hambre: cena platos típicos argentinos en el mismo restaurante que los actores.

Según Aurora Bernárdez, la primera mujer del escritor, Nada a Pehuajó nunca ha sido montada. En ningún escenario del mundo. El vestíbulo de la sala Taperola es diminuto, pero tiene algo de sobrecogedor. Los libros de Cortázar cuelgan como si fueran sujetadores o calcetines de una cuerda para tender ropa. También cuelgan las cartas oficiales que negaron subvenciones al esfuerzo de la compañía por difundir la obra dramática de Cortázar en el décimo aniversario de su muerte.

La voz del propio Cortázar, que resuena sin tregua, se queda pegada en el oído, con sus erres arrastradas, afrancesadas desde antes de vivir en París.

El público, al pagar la entrada que ha tenido que reservar por teléfono, recibe una simple indicación, como la de cualquier restaurante popular: "Tienen ustedes la mesa tres. Entrando a mano derecha". Y una pregunta: "¿Qué van a beber? ¿Vino tinto, rosado o blanco? ¿Cerveza o Coca-cola?". No hay acomodadores. Un solo camarero atiende todas las mesas, y es actor. Nacho Ortiz aparece a las 22.30 en punto vestido de negro y blanco y advierte a una pareja de clientes que debe tomar la sopa en me nos de siete segundos; de lo contrario se cuajaría y los filamentos desgarrarían la garganta de los comensales.

Nacho también es el encargado de ir a recoger en la furgoneta de la compañía las cenas frías de los espectadores a un restaurante argentino de Móstoles. Lo suele acompañar Paquito, el pollo que acabará tristemente asado. Su nombre auténtico es Raquel Ballero. A sus 17 años, es una de las alumnas del taller de teatro que imparte la sala Taperola. Entre los dos cargan un promedio diario de 25 bandejas de matambre, empanadillas de carne y crêpes salados y dulces.

Noelia Morales es, sin embargo, la más joven del grupo, y también es alumna. Tiene 16 años y es la vendedora de objetos imposibles. Vende un tiralíneas verde y un tarot con la suerte entre las cartas, pero no tiene un cuchillo para cortar las cuerdas que atan las manos. "Actuar noche tras noche es más duro de lo que me imaginaba, porque yo tenía el ideal de la televisión. Pero estoy encantada con la experiencia. Lo más complicado es volver a casa después de la actuación, porque vivo en la otra punta de Fuenlabrada", señala Noelia. "Siempre tengo que estar preguntando: ¿me llevas a casa?", añade.

Rodolfo Cortizo, argentino, ha sido el adalid del proyecto. Sin ninguna subvención, pese a los infinitos esfuerzos, decidió no postergar más Nada a Pehuajó después de oír en el embajada de su país una frase corta y definitiva: "Pibe, no tenemos guita". Después de todo, Cortizo, director de la` obra, sabe de esfuerzos. Hace tres años alquiló un solar en la calle de Brasil y 56 días después ya estaba levantado el pequeño teatro, que necesita 22 millones de pesetas anuales para permanecer abierto. ""Hemos montado Nada a Pehuajó gracias a la enorme colaboración de 20 personas. Somos la única sal a alternativa que no tiene subvención de la Comunidad de Madrid", acusa Cortizo, que interpreta a Franc en la obra.

Ocurrencias

Al comienzo de la función, el público es testigo de las ocurrencias de Cortázar con bastante recato. Pasan varios minutos antes de que se anime a abrir el plástico que cubre la bandeja. Pero a medida que la obra avanza, se va integrando. Y ningún calvo reclama cuando Paquito, el pollo, le saca brillo a su calvicie, o cuando incita a probar el crêpe dulce que muchos espectadores prefieren no tocar. Grave error, pues es lo más sabroso de la bandeja.

Cortizo cuenta que ha habido ocasiones en que alguien del público llama al camarero-actor para reclamarle una cerveza o pedirle más hielo. "Nada de eso importa, pues la obra está concebida para que no se sepa dónde comienza y dónde se acaba", señala el director.

El extraño título Nada a Pehuajó es fácil de explicar. Una oficina de transporte con sede en el restaurante de marras recibe instrucciones de que ya no se envían más encargos a Pehuajó. "Me oye, señor, nada a Pehuajó", le dice la funcionaria al aturdido cliente, que abraza a Heriberto, un mono disecado que tenía que enviar a su cuñado en Pehuajó.

Nada a Pehuajó. Sala Taperola (Brasil, 14, Fuenlabrada). Reservas, en el 606 05 13, 3.500 pesetas. De miércoles a domingo, hasta el 28 de agosto.