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"Cuando sea mayor vendré en avión"

Miles de familias magrebies aguantan hasta 24 horas de espera para cruzar el Estrecho

"Cuando venga con mi propia familia yo vendré en avión". Farid es un joven marroquí de 17 años residente en las afueras de París, que viaja junto a su madre y sus dos hermanas. Atrapado desde 'la noche del lunes en las zonas de preembarque de Algeciras, está a punto de que le llegue su turno para coger el ferry que le lleve a Tánger. Farid asume que la espera en Algeciras es inevitable, pese al gran dispositivo de la operación Paso del Estrecho, pero tiene claro el futuro. Él ya no piensa en coger cada verano su coche, cargarlo con su familia y la mitad de sus bienes, y cruzar media Europa para regresar a su tierra. "El avión es mejor, en coche es imposible. Yo vendré en avión cuando sea mayor repite mientras traduce la irritación de su madre, enojada por la larga espera.El Llano Amarillo ya no es del color del albero. Sobre el asfalto gris aguardan cada verano, durante horas y bajo un sol de justicia, miles de magrebíes. Después de ocho años, la operación Paso del Estrecho ha conseguido mejorar las áreas de servicio y preembarque, controlar la avalancha del éxodo estival magrebí, y acortar las esperas de los transbordos. Así lo afirman la mayoría de los aproximadamente 15.000 magrebíes (unos 3.500 vehículos) que aguardaban ayer su turno para cruzar el Estrecho hacia Tánger o Ceuta.

Todos ellos han recorrido miles de kilómetros para regresar a su tierra, Marruecos. Traen a cuestas, desde París, Suiza o Italia, casi la mitad de sus pertenencias, y regalos, muchos regalos que acreditarán ante sus familiares el nivel de vida alcanzado en Europa. Y casi todos, pese a padecer demoras de entre 6 y 24 horas en Algeciras para coger el barco, aseguran que volverán a realizar el camino.

Sami tiene 13 años y habla tan bien el italiano como el árabe natal. Vive en Módena (Italia), donde su padre Ahmed trabaja como mecánico. Sami está en uno de los puestos de socorro de la Cruz Roja de la zona de preembarque de Algeciras, y allí espera mientras derrota una y otra vez, jugando a las damas, a dos de los monitores-sanitarios que cuidan de él y de sus hermanas, Sanaa, de 10 años, y Loubna, de 8. Sus padres lo están pasando peor. Las cinco días de viaje han hecho mella en la salud de la madre, Habiba, con problemas en el embarazo de su cuarto hijo. Sami y su familia llegaron a Algeciras al mediodía del lunes, y ayer, 24 horas más tarde, esperaban el alta médica que permitiera a la familia viajar hasta Casa blanca.

La familia de Farid es una de las que se ha visto perjudicadas por la avalancha de conciudadanos que han elegido primer fin de semana de agosto para viajar hasta Algeciras, los únicos días en los que la operación Paso del Estrecho no ha podido evitar el colapso de vehículos y pasajeros. Las navieras que hacen, el transbordo desde Algelciras a Ceuta y Tánger han tardado cuatro días y más de 40 viajes diarios en desbloquear el puerto y disolver las aglomeraciones de las zonas de espera.

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Miinuin tiene 49 años, siete hijos, es fontanero, gana 8.000 francos al mes, y lleva media vida regresando cada año en verano a Mequinez. Este marroquí, que trabaja en la frontera franco-suiza con Ginebra, alaba el dispositivo desplegado en la operación Paso del Estrecho. Lleva 19 horas esperando su pasaje a Tánger, tendido en una manta sobre el asfalto, bajo un sombrajo, junto a su viejo Mercedes y su remolque y en compañía de su amigo Ahmed y sus dos mujeres. "Antes era horrible. No había nada. Todo estaba. sucio, había tierra amarilla, polvo, no había aseos, ni agua ni sombra. Ahora todo está muy bien. Hay mucha agua, no hace tanto calor, todo está más limpio y es mejor", comenta entre las sonrisas de todos sus acompañantes.

Pero el éxito de la operación Paso del Estrecho también se ve como una amenaza por parte de la población algecireña. Así lo explica Joaquín González, presidente de la Asociación de Agencias de Viajes de la bahía de Algeciras. "La operación, sale cada ano mejor, pero comercialmente está llevando a la ruina a la población de Algeciras. Los negocios, fundamentalmente los pequeños comercios, los de servicios y los de alimentación, están por debajo de lo que venden en invierno, cuando a Algeciras no viene nadie", explica González.

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