La crisis socialista
Las cosas se han puesto tan feas para el PSOE que decir que el partido está en crisis puede ser un síntoma de optimismo. De hecho, el tema central que puede permitir a los socialistas españoles superar la actual situación consiste en la elaboración 'de un diagnóstico correcto sobre la situación que atravesamos. Por un lado están, estamos, los optimistas que pensamos que el socialismo está en crisis, es decir, que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer o al menos de imponerse sobre lo obsoleto, pero interpretado menos como lucha de tendencias distintas que como un enfrentamiento entre dinámicas y formas de actuación que atraviesa todo, el partido. Porotra parte están los pesimistas que consideran que el socialismo está francamente en declive, esto es, comparten la concepción de la historia de los corifeos del Partido Popular que ven la historia en. clave de ciclismo, según la cual los partidos hegemónicos se irían sucediendo como las épocas ciclistas caracterizadas por el dominio omnímodo de superhéroes como Eddy Merckx, Hinault, Induráin, de la misma manera que al franquismo sucedió UCD y a ésta el PSOE, a los socialistas sucederá el PP tras un haraquiri general y con el cambio generacional consiguiente.Mientras para unos no habría más posibilidad que irse retirando ordenadamente a los cuarteles de invierno a esperar tiempos mejores que los actuales, seguros de que en ningún caso reverdecerán la bonanza de la década pasada, para otros el problema es muy distinto. Se trata más bien de llevar a cabo el cambio del cambio, impulsar una política que restablezca el pacto político de los socialistas con los sectores sociales progresistas emergentes que han salido a la luz precisamente por la acción política y social del Gobierno actual. La modernización de la sociedad española en los 12 años de gobierno socialista ha provocado la generación de unas nuevas capas medias y de una juventud hipercrítica con el Estado, que no ve la acción política como la lucha por grandes ideales de progreso, sino como una actividad dirigida a intereses muy concretos que en ningún caso debe significar la renuncia a la propia individualidad.
Está claro que es posible la alianza entre los sectores sociales que tradicionalmente han apoyado al partido socialista y que son los más beneficiados por la política de la universalización del Estado de bienestar con los sectores emergentes, porque todos fuimos testigo de ella en la elecciones de hace poco más de 13 meses. El programa que presentamos al electorado en aquella fecha, pues, es, el medio más eficaz para recomponer el pacto entre el partido y los sectores progresistas de la sociedad.
Para ello contamos con ventajas respecto a otros partidos socialistas europeos que no han sabido adaptarse a los cambios, sociales impulsados precisa mente por ellos mismos. En Francia, por ejemplo, el electorado socialista más joven y menos ligado a la tradición obrera y obrerista creó sus propios cauces de representación y de acción políticas como el ecologismo y el pacifismo, que parecían en su día más adecuados a la nueva situación creada por la acción del Gobierno socialista. No, es ésa la situación en España. La pugna por la izquierda del socialismo democrático no está en formaciones políticas surgidas durante el periodo en que ha gobernado el socialismo y que parecen más adecuadas a la nueva realidad, sino todo lo contrario. No parece lógico que los nuevos sectores sociales progresistas críticos con los socialistas encuentren una representación estable en los viejos supervivientes del comunismo que se han dedicado precisamente a purgar a todos los militantes que quisieron adaptar las estructuras del viejo partido a la situación democrática y a los nuevos movimientos sociales que conocía la sociedad española, como los eurocomunistas, renovadores, Nueva Izquierda, etcétera. De manera que los sectores sociales que, puedan ser teóricamente herederos del socialismo democrático todavía no están organizados ni han construido sus cauces de participación política estables, y no está escrito que no puedan organizarse en torno al PSOE siempre que se produzca la necesaria adaptación.
El programa de 1993 es la base imprescindible de la alianza y el mayor compromiso que tenemos los socialistas con la sociedad española, pero no es suficiente. Es preciso añadir a éste una nueva forma de hacer política. Ya no basta con publicar leyes progresistas en el Boletín Oficial del Estado; es necesario un partido capaz de conectar con los nuevos sectores sociales emergentes, respetando y desarrollando su propia autonomía y espíritu crítico. Este mismo debate afectó a la izquierda alemana durante los años ochenta y no pocos ecologistas y pacifistas decidieron organizarse en el seno o en los aledaños del SPD.
Uno de los aspectos más curiosos de la política española es que no sólo los adversarios políticos, sino también los sectores perjudicados o contrarios a la política del PSOE, tienen caras y ojos y salen por las pantallas de televisión todos los días. Mientras que los estamentos sociales beneficiados por la acción del Gobierno socialista -que haberlos, haylos- no aparecen por ningún lado. Son unos seres amorfos y anónimos que, por lo visto, no hacen otra cosa que acudir a las urnas en cada consulta electoral, lo cual da la engañosa sensación de que la acción del Gobierno socialista no tiene otra inspiración que el doctrinarismo, pues no parece beneficiar a ningún sector social concreto.
Si los socialistas queremos que lo nuestro sea solamente una crisis y no un declive, lo primero que tenemos que hacer es superar esta forma de funciona miento con los sectores que nos apoyan, inspirada en el despotismo ilustrado desarrollado durante. las legislaturas de mayoría absoluta" en los que se hacía toda para el pueblo pero sin el pueblo, o al menos sin alentar su autoorganización y participación.
es vicepresidente del PSE-EE.
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