Malas carreras
Siendo alemán, estudiante de Ciencias Empresariales y encantado de vivir en esta maravillosa capital desde hace casi tres años, estoy harto, hasta las narices, de un grupo de individuos, supuestamente destinados a dar un buen servicio a los clientes: taxistas. La razón de mi furia es un acontecimiento reciente: el día, de mi cumpleaños decidí invitar, a mi novia a una buena cena. Cogimos un taxi en la calle de la Princesa. Lógico, paramos el primer taxi que apareció. Desafortunadamente, había una cola de taxis cerca, enfrente de la entrada de un hotel, a. unos 300 metros. Por supuesto, no aceptamos hacer este camino si el taxi podía parar a 300 milímetros delante de nosotros. Mala suerte, porque los demás taxistas se enfadaron y echaron groserías a nuestro conductor. Desgraciadamente, tuvimos que parar. en el semáforo, y fue a la misma altura que el primer taxi. El conductor del mismo habló con el nuestro, acusándole y ofendiéndole. Y, como punto final, abrió la puerta del copiloto para que nuestro hombre tuviera que salir para cerrarla. Ahora me enfadé yo, porque fue mi dinero el que corrió por el taxímetro. Abrí mi puerta a preguntar a este buen hombre qué estaba haciendo. Entonces fue a por mí. Me amenazó, y si ese día no hubiera sido mi cumpleaños y yo no hubiera empleado la retirada táctica, seguro que me hubiera partido la cara. Al final me ofreció cerrar, mi puerta, y lo hizo con tanta fuerza que me sorprende no haber perdido el oído.En otra ocasión, hace tres años, al llegar por primera vez a Madrid, otro taxista se aprovechó de mi falta de conocimientos de castellano, mi cansancio después de 36 horas de viaje en autobús y de mi falta de costumbre en el manejo con la moneda española, y me cobró, ni más ni menos, que 3.000 pesetas por un viaje desde la Estación Sur de autobuses hasta un hotel en el paseo de la Castellana (en otra ocasión pagué 600 pesetas por el mismo viaje). Puedo enumerar varias historias más de taxistas engañando al cliente, eligiendo el camino más largo. o de mayor probabilidad de quedar atrapado en un atasco.
Creo que los taxistas de una ciudad como Madrid son como una tarjeta de visita para el exterior. Deberían . pensar un poco más en la imagen que causan en los miles de turistas, porque se tiende a generalizar la actitud de unos pocos, y los taxistas son frecuentemente el primer, contacto. con el país. ¡Recordad la hospitalidad española, famosa en todo el mundo, y considerad al cliente como tal y no como una gallina de huevos de oro!-
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