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Música para esperar

El otro día llamé a una oficina pública y, mientras esperaba, tuve ocasión de escucharme buena parte de la Scherezade de Rimsky-Korsakof. Es una bonita partitura la de Scherezade. Sería encantador escucharla de noche en un húmedo jardín, a ser posible a la luz de la luna. Oírla por teléfono cuando uno está preocupado por, saber, pongamos por caso, cuándo empezará a cobrar la pensión, dónde reclamar por el mal funcionamiento de un servicio público o en qué estado se encuentra una carretera, resulta algo menos placentero.De un tiempo a esta parte se observa un formidable incremento de las esperas telefónicas musicales. Madrid, que nunca había sido una ciudad muy filarmónica, se ha tomado en serio esta moda. Pero, como suele suceder en la capital de un país extremado en todo, Madrid ha sobrepasado en contaminación musical a todas las de los países, como dicen los políticos, "de nuestro entorno". Hoy no se sube uno a un taxi, ni entra en un bar, en una consulta odontológica, en una oficina o en una peluquería sin que sus oídos paguen tributo a alguna musiquilla.

Lo que nos faltaba es que nos dieran música por teléfono, y ya tenemos también ese adelanto. Música de la buena, además, de la que uno desea escuchar, y no simplemente oír, en determinados momentos, pero que no tiene nada que ver con su estado de ánimo cuando descuelga el auricular para llamar a alguien. Se conoce que da prestigio e importancia a la casa el hecho de que tan pronto como el telefonista dice "Espere, por favor" los violines ataquen el Allegro ma non troppo de una sinfonía de Schubert o el piano de un concierto de Rachmaninof.

La intención es buena, porque es corno si le estuvieran diciendo al que llama, mientras dura la música: "No encontramos al señor por quien usted pide, pero estamos en ello". Parece que, desde que existe este sistema de oír música (qué es de pago porque la Telefónica le cobra el concierto), las esperas al teléfono son más largas. Es como si la oficina pública, la gran empresa, el banco o el negocio de que se trate, se tranquilizaran pensando lo entretenido que está el que espera escuchando el Adagio de Albinoni o la Serenata de Mozart. O como si la persona requerida al teléfono se complaciera en hacer esperar al que llamó, pensando: "Hablaré con él, pero antes tendrá que tragarse un movimiento de la Pastoral de Beethoven".

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