Ciclistas en la Casa de Campo
El día en que el Ayuntamiento limitó el acceso de vehículos a motor a las zonas próximas a las carreteras asfaltadas de la Casa de Campo se consiguió, por fin, que ese magnífico parque, que nunca valoraremos bastante los habitantes de Madrid, empezara a estar limpio. Lástima que, además, se haya limitado excesivamente el acceso de vehículos por caminos asfaltados a muchas zonas de gran belleza. Pero, en fin, bienvenidas sean esas limitaciones si, por un lado, permiten un recinto limpio y, por otro, nos permiten disfrutar de él recorriéndolo tranquilamente a pie.Digo que nos permiten, aun que debería decir nos permitieron, ya que la tranquilidad del paseante en la Casa de Campo se ha terminado definitivamente gracias a esa plaga de ciclistas, domingueros o de diario que la invaden sin respetar nada. Por que los ciclistas son infinitamente más peligrosos que antaño los automóviles; éstos, en general, se atienen a unas normas de circulación, suelen ser responsables de sus actos y circulan por caminos y lugares definidos. Los ciclistas, no. Son absolutamente irresponsables y anárquicos, no avisan de su presencia y, como no hacen ruido y circulan por cualquier carretera, acera, camino o sendero, pueden, en cualquier momento, llevarse por delante al sorprendido peatón, cuyo único recurso es salir por pies ante el inminente atropello.
Y no se le ocurra a usted, sufrido peatón, hacer la más mínima protesta. El ciclista se sabe amparado por esta absurda moda actual del ecologismo a ultranza, y le plantará cara, alegando todos esos derechos.
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