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Blair llega al liderazgo laborista con la idea de desbancar a los 'tories'

No hubo sorpresas en el Logan Hall. La elección de Tony Blair como nuevo líder del Partido Laborista británico fue casi una coronación. Blair, un fotogénico abogado de 41 años, obtuvo con el 57% de los votos el ansiado sillón que dejara vacante John Smith, tras su repentina muerte el pasado mes de mayo. Su objetivo: desbancar del Gobierno a los maltrechos conservadores de John Major. La única sorpresa, relativa, fue la elección del vicepresidente laborista, que recayó en John Prescott, de 56 años, representante de la línea dura sindicalista, que desbancó a la otra candidata, Margaret Beckett, por el 56,5% de los votos frente al 43,5%.

Pese a las reiteradas menciones de ambos triunfadores al alto grado de democracia del sistema electoral del Partido Laborista, desde que John Smith hiciera posible el esquema de un hombre, un voto, esta democracia es relativa. De hecho, los parlamentarios y eurodiputados laboristas disponen de un tercio de los votos, mientras los otros dos tercios se reparten entre las organizaciones sindicales y los miembros de a pie del partido. Si se tiene en cuenta que en el primer tercio sólo se incluyen 333 personas, se comprende fácilmente el peso esencial de los cargos políticos del partido en la elección. Blair obtuvo ayer el máximo apoyo de ese sector.En un discurso vibrante, lleno de recuerdos para el fallecido John Smith y para el anterior líder laborista, Neil Kinnock, que ocupaba un asiento en las primeras filas, Anthony Charles Lynton Blair recordó a los conservadores que después de 15 años de Gobierno han demostrado sobradamente su incapacidad para conducir el país hacia el siglo XXI. Blair se mostró moderadamente partidario de un estado de bienestar que se base en una opción de trabajo para todos, "más que en los subsidios", pero también dejó claro su compromiso proeuropeo e igualitario, atacando la, a su juicio, reaccionaria actitud de los tories en esta materia y los absurdos privilegios que permiten que la Cámara de los Lores tenga la alta capacidad sancionadora que tiene, cuando la constituyen personas cuyo único mérito se reduce a una alta cuna.

Rebelde, pero menos

Vestido con traje oscuro y corbata de tonos rojos, el brillante abogado nacido en Escocia hace 41 años aparecía ayer radiante, ante sus devotos compañeros de partido. Blair, que estudió en Oxford y cuya máxima rebeldía, en los años sesenta consistió en dejarse el pelo largo y tocar en una banda de rock, recibió en primer lugar las felicitaciones de su esposa, Cherie, una joven abogada como él, con la que comparte ideología y tres hijos de 10, ocho y seis años de edad.La carrera fulgurante de Blair, que se estrenó como parlamentario laborista en 1983, está estrechamente relacionada con sus dotes de líder moderado, una especie de Clinton a la inglesa. Sus ideas en el terreno económico y social no difieren demasiado de las que podría defender un joven tory. Es un devoto cristiaho, vive en una barriada de clase media-intelectual (Islington) en Londres, y su mayor éxito como portavoz de Interior en el partido se ha basado en una campaña de ley y orden, aunque haciendo siempre hincapié en las causas de los delitos más que en penalizar al delincuente.

El entusiasmo de los laboristas hacia Blair se justifica en el hecho de que, con su juventud y su aspecto atractivo y honesto, es la figura con más posibilidades de llevar al partido de nuevo al poder. Las últimas encuestas publicadas por diversos periódicos la pasada semana, le colocan varios puntos por delante del primer ministro, John Major, en cuanto a carisma y dotes de liderazgo.

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