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Tribuna
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Con historia, sin grandeza

Éxito y gloria. En una sociedad que sólo respeta a los que ganan, los dos van en busca del éxito. Ninguno de los dos puede alcanzar la gloria. "El éxito hasta se pude comprar", dijo una vez Atahualpa Yupanqui, "la gloria sólo se conquista", agregó. Ni Brasil ni Italia responden a la grandeza de su historia. Juegan con1as mismas precauciones y temores que los equipos pequeños, aunque tienen jugadores capaces de sacarlos de las peores dificultades con un toque de inspiración.Lo bueno de Italia. Su sistema defensivo. Presiona organizadamente y no ahorra esfuerzos para hacerlo. Achica con criterio a pesar de la ausencia de Bares¡ y complica con el fuera de juego. La presencia de Maldini en el fondo es una garantía de seguridad. El criterio de Dino Baggio en el medio, junto al buen fútbol de Donadoni y el talento de Roberto Baggio para definir.

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Lo malo de Italia. La contradicción entre la pretensión del sistema y la elección de los intérpretes. Si apuesta al talento no es lógico hacer jugar juntos a Albertini, Dino Baggio y Berti en el medio. Tampoco puede haber dudas entre Casiraghi y Massaro, ni pueden quedar afuera jugadores como Signori y Donadoni.

Lo bueno de Brasil. La pequeña sociedad que forma Bebeto y Romario que' aun siendo parecidos saben complementarse. La técnica de sus jugadores que dominan el balón como nadie. La solidez defensiva que empieza en Aldair y Marcio Santos, seguros en todos los aspectos y atinados para salir jugando. La definición de Romario, sencillamente magistral. Junta en un solo toque la esencia del fútbol: eficacia y belleza.

Lo malo de Brasil. Las excesivas precauciones que toma, hace que el equipo postergue la fantasía para elegir lo seguro. Si exceptuamos a Romario ya nadie regatea en Brasil, cuando el regate para un jugador brasileño es parte de su forma de vida. No hay imaginación por afuera. Ninguno de los volantes desborda y sin Leonardo, los laterales tienen llegada (sobre todo Jorginho) pero no son capaces de inventar nada.

El mejor. Aún con el freno de mano puesto y resignando parte de su identidad, Brasil ha sido el mejor de este torneo. Por los goles de Romario, por la calidad individual de alguno de sus jugadores, por dos o tres paredes bien tiradas, fue siempre una esperanza e buen juego, cosa que más allá de las intenciones no fue fácil depositar en algún otro.

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