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Tres izquierdas heridas

En tres grandes países de la Comunidad, las elecciones europeas han causado profundas heridas a la izquierda. En París y Roma, el jefe de su partido predominante ha sido desautorizado y posteriormente reemplazado por un sucesor más doctrinario y menos dado al consenso. En Madrid, su líder internacional, Felipe González, ha sufrido una pérdida de prestigio y un debilitamiento parlamentario. Sin embargo, los votos de izquierda han aumentado en nueve de los 12 países, incluida Francia, donde han ganado más de cinco puntos, resultado superado en Portugal, donde ganan seis puntos. En Alemania, retroceden tan sólo cinco puntos, y un punto y medio en España, donde el crecimiento de siete puntos y medio de Izquierda Unida atenúa la pérdida de nueve puntos del partido socialista.Italia es el único país en el que la izquierda se, ha venido abajo literalmente, con una pérdida de alrededor de veinte puntos, fenómeno rarísimo en las democracias occidentales. Además, este desastre se centra en los partidos socialista y socialdemócrata (PSI y PSDI), que pasan del 17,5% de los votos en 1989 al 2,5% en 1994. Sin embargo, Los Verdes también han bajado del 6% al 3%, y los cristianos progresistas de La Rete, que salieron con buen pie en las elecciones locales de 1993, han descendido al 1%.

Dejando aparte estos grupúsculos y algunas personalidades, no queda otra izquierda en Italia que las formaciones surgidas del ex PCI: el PDS (Partido Democrático de la Izquierda), que consiguió casi las tres cuartas partes de los votos comunistas en las elecciones europeas de 1989, y RC (Refundación Comunista), que conservó algo más de la cuarta parte de éstos. En conjunto representan el 25,2% del electorado, frente al 27,6% [de 1989].

No obstante, estos porcentajes no abarcan a los mismos ciudadanos, ya que se dan cambios de posición de éstos. Pero no se puede pasar por alto la estabilidad de las cifras. De hecho han crecido en relación con las de las legislativas de 1992, en las que se dio un terremoto político tras los procesos por corrupción. Aquélla fue la primera votación nacional después de la transformación del PCI. El PDS obtuvo el 16,1% de los votos, y la RC, el 5,6%; en total, tan sólo el 21,7%. El resultado de las europeas de 1994 ha mejorado en tres puntos en el caso del PDS, pero aumenta la decepción de las legislativas del pasado marzo, que acabaron con el sueño de una victoria de la izquierda que confirmase los brillantes resultados de las elecciones locales de 1993, en las que el PDS logró formar una amplia alianza progresista que abarcaba no sólo a los antiguos socialistas, sino también a democristianos de centro y a Los Verdes, así como a la RC.

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¿A qué se debe este fracaso nacional después de tal éxito en la conquista de las alcaldías, los consejos regionales y los consejos municipales? La razón es que el PDS no ha entendido el ejemplo dado por los socialdemócratas alemanes del SPD hace un cuarto de siglo. A pesar de su ruptura con la ideología marxista en su programa de Bad Godesberg, adoptado en 1959, al SPD se le siguió considerando peligrosamente revolucionario durante los años siguientes. Su participación en un Gobierno de coalición con la Democracia Cristiana entre 1966 y 1969 acabó con ese prejuicio y demostró la capacidad del SPD para ejercer el poder en el Estado de forma democrática y social. El presidente Ciampi ofreció una oportunidad similar al PDS en abril de 1993, en el momento de formar un Gobierno que iba a ser el mejor que había tenido Italia desde hacía más de treinta años. Achille Occhetto aceptó al principio que tres ministros ex comunistas llegaran al, poder en una coalición de centro ampliada por la izquierda.. Casi inmediatamente cambió de opinión con -un pretexto fútil en lugar de presentar resistencia a los duros del PDS. Esta debilidad supuso un error grave y enturbió la imagen del partido. Un año después acabó provocando la caída de su jefe.

La división de un partido cuyas facciones se neutralizan a causa de sus contradicciones llevó a las mismas consecuencias en París, donde Michel Rocard confió a las facciones la composición de la lista electoral para las europeas, lo que minó la re putación del primer secretario. Al igual que en Roma, le ha sus tituido un nuevo dirigente más izquierdista y más rígido. Pero la caída del dirigente. francés se ha producido en un ambiente político muy diferente del que se daba en el caso de la dimisión del italiano. En junio de 1994, el resultado del PDS sólo ha sido dos puntos menor que 1989, si se tienen en cuenta los votos de la RC. Desgraciadamente, esta práctica estabilidad coincide con el desmoronamiento del resto de la izquierda, que ha perdido casi veinte puntos.

Por el contrario, el resultado del Partido Socialista francés ha caído desde el 23,6% de hace cinco años hasta el 14,49% actual, el nivel más bajo de la historia del partido. Pero los secesionistas han conseguido en conjunto el 14,57% de los votos. Si a esto le añadimos los votos de los radicales de izquierda de Tapie y de los disidentes de Jean-Pierre Chévènement, el total es del 29%, cifra nunca alcanzada por los socialistas en las elecciones europeas.

Massimo D'Alema y Henri Emmanuelli no se parecen sólo por su orientación izquierdista y por su necesidad de unificar más fuertemente sus respectivos partidos. Italia ha adoptado el sistema mayoritario para las legislativas y se dirige al mismo tiempo hacia la bipolarización. El PDS debe reunir a su alrededor a toda la izquierda y atraer hacia ésta a una parte del centro, como hizo el Partido Socialista francés tras la creación de la V República. Esto plantea el problema de la RC y del Partido Comunista Francés (PCF), sin los cuales no habrá una mayoría de izquierda, pero con los que las relaciones resultan muy difíciles, sobre todo en Italia, donde los duros del ex PCI siguen estando al nivel de Leonid Bréznev, lo que quiere decir que llevan 30 años de retraso. Tampoco los comunistas franceses han avanzado mucho más. En París y Roma, los comunistas se alegran de que parezca que la izquierda va a estar alejada del poder por mucho tiempo. Se encierran en una cultura de oposición mientras esperan a Godot.

Su actual jefe en España da la impresión de ser todavía más duro que sus colegas francés e italiano. Pero su situación es más complicada. El debilitamiento de los socialistas puede obligarle algún día a elegir entre mantenerlos en el poder o sustituirlos por la derecha posfranquista, cuyo nacionalismo de tradición castellana resulta inaceptable para los autonomismos regionales. El discreto acercamiento que se está produciendo para gobernar. Andalucía resulta significativo. Coincide además con el extraordinario crecimiento en las europeas de Izquierda Unida, coalición de predominio comunista. Sólo hay una novedad que pueda explicar el salto del 115% que le ha hecho pasar del 6% de los votos en 1989 al 13,4% en 1994: el hecho de que la lista haya sido dirigida por primera vez por el no comunista Alonso Puerta, que durante años fue una personalidad destacada del partido socialista. ¿Indica esta respuesta de los ciudadanos la cicatrización de heridas causadas principalmente por el aparato de los partidos?

Maurice Duverger es profesor emérito de la Sorbona.

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