Auriculares
Cuando, en el siglo XXI, los historiadores, si los hay, refieran nuestra historia, acaso reconozcan a la generación que se avecina como una generación de sordos. Con' sus auriculares puestos a todas horas, nuestros jóvenes sucesores ensordecen, en efecto, beatíficamente. No oyen música -¡ojalá!-, sino un sucedáneo que les retrotrae a su origen fetal. Y de paso ensordecen. Y como ensordecen, a la vez enmudecen. Son sordomudos. A lo sumo, ven. Pero, como ven a lo lejos -son televidentes-, todos ven lo mismo. Han perdido, primero, el oído y, luego, la escucha. Con lo cual, unos y otros no se entienden. Y no entendiéndose, no entienden. Y no entendiendo, el entendimiento se les atrofia. Huelgan las palabras y vagan los pensamientos. Lo que puede hacer una inocua epidemia: de auriculares: lo que puede hacer y está haciendo.
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