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¿Existe el alcalde?

¿Existe el alcalde? Durante todos estos años de especulación y ruido, hubiese estado dispuesto a jurar que sí, pero de un tiempo a esta parte dudo, vacilo y hasta descreo. A fin de cuentas, ¿qué pruebas tenemos? Las únicas de verdad a nuestra disposición son las fotografía! de los periódicos, una evidencia que pesaría lo suyo en el ánimo de cualquier jurado, sin duda. En realidad, si uno mira de cerca la fotografía, como el personaje de Cortázar filmado por Antonioni, se da cuenta de que ese señor hierático y acartonado con aspecto de profesor de gimnasia. en Arkansas puede ser alcalde... y puede no serlo. Puede ser una imagen del alcalde sobre la base, precisamente, de otras fotografías de periódico. Un sosias, un doble. Puede ser simplemente un personaje del museo de cera, escapado del incendio de estos días e intentando ponerse a salvo del calor en las grandes guaridas de aire. acondicionado del Ayuntamiento.Ésta no es simplemente una especulación metafísica (que también lo es). Éste es un desafió: ¿existe algún teorema que pruebe la existencia del alcalde? Más allá, se entiende, de las fotografías de los periódicos que sólo prueban la existencia de un busto ambulante con la mandíbula cuadrada, las llaves de la ciudad y un enorme collar de gran chambelán de la villa o algo así.

El problema no tendría más relevancia que el de especular sobre cuándo, en qué siglo se decidirá algún alcalde a derribar las Torres de Valencia (y en todo caso mucho menos interés), de no ser porque, en el caso de que el alcalde no exista en la realidad -se dan cuenta, ¿no?-, nos encontraríamos desde hace meses en plena anarquía... y sin saberlo.

Pido perdón: la anarquía no es esto. Nada que ver con la especie de ley del más fuerte que gobierna en Madrid desde hace años en medio de una indiferencia general que parece una peste, y sobre todo bajo la pereza institucionalizada de quienes deberían intentar gobernar puesto que cobran por ello. En lo que a mí concierne, tal estado de cosas se prolonga desde la noche en que, reportero de guardia en una agencia informativa, acudí a medianoche a ver los pequeños destrozos causados por un petardo. en una oficina bancaria de los alrededores del Bernabéu, y me encontré a Tierno Galván charlando con los vecinos para calmarles, con aquel verbo medieval que tenía. Yo nunca fui de voto de san Tierno Galván, a quien debemos en buena parte y entre otras cosas fenómenos como el de la movida madrileña, que tanto daño terminó por hacer, como hacen siempre los espejismos. Pero hay que reconocerle que tenía, ideas y que las defendía. Que existía. Visto lo que siguió, no es poco.

Sé que los de esta ciudad tenemos fama de juerguistas, señoritos-madrileños, gamberros de estadio y seductores de modistillas, pero no creo que en la comedia más feroz de Lope exista un alcalde tan marmóreo como el actual. Un alcalde estatua incapaz de escuchar el clamor para que alguien intente meterle mano -la que sea, pero mano-, al tráfico, a las motos por las aceras, a las triples filas ante el estadio y a los conductores borrachos del viernes noche, y que no se eche atrás por la protesta de pequeños transportistas incapaces de aceptar lo que es norma desde hace décadas en la civilización. Un alcalde capaz de apacentar sin que se note el rebaño de insomnes del verano, que no le entregue El Retiro a los dueños de una discoteca, y con autoridad suficiente para hacer callar los altavoces de las terrazas (o por favor, que pongan otra música). Que obstaculice o por lo menos no favorezca la especulación mediante megaproyectos, -plaza de Oriente, 70.000 viviendas-, pues los megaproyectos producen tebeos de miedo, a cargo de genios megalómanos del urbanismo y concejales con vocación imperial, como las ciudades sanitarias, La Vaguada o el complejo Azca. Y un alcalde con el coraje de- destituir, y de no disfrazarlo de dimisión, a un inquietante jefe de la policía municipal (con la mandíbula todavía más cuadrada), sin tener que aguardar las órdenes de la gente de su partido con vista más larga que él. En fin, que cada cual ponga en las casillas de olor, sabor, sonido, vista y tacto' las cualidades humanas que le gustaría, tuviera el alcalde. Pues puede que exista, pero si carece de ellas ¿para qué sirve?

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