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Condenado a 12 años por matar al amante de su mujer

La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a Fernando Gil Martínez a 12 años y dos meses de prisión por los delitos de homicidio e inhumación ilegal del cadáver de Octavio Jesús Galeano Valderrarna, amante de su esposa. Asimismo se le condena a indemnizar con 20 millones, de pesetas a los herederos legítimos del fallecido, de nacionalidad colombiana. Los hechos ocurrieron en febrero de 1992 en una urbanización de Brunete (2.700 habitantes).

Carlos Fernández de Córdoba, amigo de Fernando, ha sido condenado a cuatro años y ocho meses de cárcel como encubridor del homicidio y autor de un delito de inhumación ilegal, mientras que Gerardo Elías Gil Martínez, hermano del homicida, deberá cumplir una pena de dos meses de arresto mayor por el segundo delito.La sentencia, a la que ha tenido acceso la agencia Efe, considera como hechos probados que el 29 de febrero de 1992 el procesado Fernando Gil acudió por la mañana al domicilio de su esposa, con quien estaba en trámites de separación, para recoger al hijo de ambos y llevárselo a un chalé que tenía en la urbanización de Brunete Valle Rosales.

Horas después, llegó a esta residencia el colombiano, cuyas relaciones sentimentales con la mujer del homicida eran conocidas por éste, lo que le había creado "un estado de nerviosismo que se reflejaba en su conducta, acudiendo a la bebida y al consumo de sustancias estupefacientes", según relata la sentencia.

La víctima, que también mantenía negocios con el homicida, accedió al jardín del citado chalé y, "tras una ligera conversación", Fernando Gil entró en la vivienda y cogió una escopeta de caza, con la que realizó varios disparos a una distancia de un metro sobre la cabeza y el tronco de Octavio, provocándole la muerte instantánea.

Después del homicidio, Fernando llamó a su amigo y también procesado, Fernández de Córdoba, a quien le contó lo sucedido, tras lo cual se marchó de la casa con su hijo en el coche de un vecino.

La sentencia indica que, "pasadas unas horas, apareció Fernández de Córdoba en el chalé y, después de cambiar impresiones con el también procesado Gerardo Gil, decidió deshacerse del cadáver". Para ello, el amigo del homicida seccionó el cuerpo, la cabeza, brazos, piernas y genitales.

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A continuación, los tres procesados arrojaron el tronco en una cuneta de la carretera de Navalcarnero, la cabeza al río Guadarrama y las extremidades al río Jarama.

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