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Periodismo de declaraciones

Soledad Gallego-Díaz

En la Agenda de la comunicación 1994 (editada por la Secretaría General del Portavoz del Gobierno) figuran los nombres y teléfonos de 425 jefes de prensa de organismos públicos.Si se contabilizan también los responsables de las relaciones con la prensa en las empresas privadas (la Agenda de comunicación económica 1994 enumera más de 400), puede llegarse a la conclusión de que, al menos en Madrid, hay casi tantos periodistas que trabajan en medios de comunicación como periodistas cuya función es, precisamente, servir de fuente a los primeros.

Para que tengan una idea de la situación, les diré que la sección de Economía de EL PAÍS (Madrid y Barcelona) cuenta con 14 redactores, y que sólo los cinco principales bancos de España tienen 15 periodistas encargados de atenderles.

El penetrante comentario de una lectora, María C. Serrano, de Madrid, ha llevado a la Defensora del Lector a intentar explicarles un fenómeno que, en algunos libros, se llama ya periodismo de declaraciones.

Serrano escribía: "¿Han observado la cantidad de noticias que publican cuyo origen es una conferencia de prensa, declaraciones oficiales, comunicados de sindicatos, presentaciones de libros o partes de la policía?".

Pues sí. Lo hemos observado, e incluso contabilizado. Sabemos que un día cualquiera la sección de España puede publicar 12 noticias de este tipo, frente a sólo cuatro buscadas por los periodistas de EL PAÍS, y que lo mismo sucede, por ejemplo, en Cultura o en Economía.

EL PAÍS es un periódico de información general que se siente obligado a recoger, unas veces mínimamente y otras con amplitud, la mayoría de estos actos y declaraciones. La dirección quiere ofrecerles la versión propia y original de esos acontecimientos. ¿Protestarían ustedes si no vieran publicadas esas informaciones, aunque a veces sean de dudosa novedad?

Es muy posible que recurrieran a este departamento para quejarse. Pero entonces deben ser también conscientes del problema que ello plantea: queda menos espacio para otros temas y quedan menos periodistas que se puedan dedicar a ellos.

¿Ocurre esto solamente en EL PAÍS? No, es un problema que afecta a la mayoría de los medios de comunicación del mundo. Howard Kurtz, el periodista norteamericano especialista en prensa del que ya les he hablado en otra ocasión, afirma en su libro Media Circus: "Los periódicos se comportan como instrumentos reactivos, con la capacidad de iniciativa de un niño de teta".

El fenómeno es abrumador, con el riesgo de que los periódicos se ahoguen entre tanta declaración no buscada ni deseada. Además, entre los periodistas, como en todo, funciona la ley del mínimo esfuerzo.

La Defensora del Lector ha pedido a la responsable de información nacional, Mariló Ruiz de Elvira, que explique cómo encara ese problema.

"Estar permanentemente en guardia es quizá la mejor recomendación que se le puede hacer a un periodista", asegura la redactora jefe. "Enfrente siempre tendrá intereses de otros, no necesariamente coincidentes con el interés general por el que está obligado a velar un periódico que tenga a gala su credibilidad".

"Por ello, y aunque no siempre se consiga", asegura Ruiz de Elvira, "nuestra misión es desbrozar el laberinto de declaraciones que a diario pugnan por abrirse paso en nuestras páginas para ofrecer al lector, de forma concisa y en su contexto, tan sólo aquello que consideremos sustancial".

"Y es obligación nuestra, asimismo", prosigue la redactora jefe, "ir no sólo más allá, sino también por delante. Y aquí es donde entra la llamada información propia, la que no responde a impulsos llegados de fuera, sino a ofensivas informativas de la Redacción, lo que yo llamo valor añadido".

"En la práctica", acepta Mariló Ruiz de Elvira, "este ideal se ve involuntariamente diluido por una doble limitación: falta de recursos humanos (el día a día absorbe las energías del grueso de los redactores) y falta de espacio".

El redactor jefe de Economía, Andreu Missé, considera, por su parte, que la existencia de tantos gabinetes de prensa náes un gran problema para el trabajo periodístico. "Lo que nos hace daño es el periodismo de declaraciones", precisa.

Missé ha escrito para ustedes la siguiente explicación: "El periodismo de declaraciones es un trabajo muy poco gratificante. Además, existe el riesgo de que se convierta en un ejercicio mecánico, de simple correa de transmisión de las opiniones de las personas e instituciones más influyentes".

"En el periódico", prosigue el redactor jefe de Economía, "hay muy pocos periodistas que pueden dedicarse íntegramente a investigar. Lo normal es qué tengamos que cubrir muchas conferencias de prensa, actos o congresos. En nuestra sección hemos optado por compartir el trabajo. Todo el mundo tiene sus propios temas de investigación, y al mismo tiempo cubre ciertas áreas de las que va informando, incluyendo los acontecimientos de alcance más general, que también tienen interés".

"Creo que cuando hay mucha agitación en una determinada área" explica Andreu Missé, "es cuando hay más riesgo de limitarse sólo al periodismo de declaraciones. Cuando hay escándalos financieros se producen muchas declaraciones, tanto de los afectados como de las autoridades y personas implicadas. La opinión pública demanda este tipo de opiniones, y además, a veces se trata de declaraciones muy interesantes".

"Primero salta la noticia, y después viene la oleada de declaraciones", insiste el redactor jefe. "Unas son, como digo, de verdad interesantes, y otras, mayormente para confundir y enmascarar. Pienso que los medios audiovisuales, por su propia forma de trabajar, han contribuido mucho a potenciar ese periodismo de declaraciones. Otro factor ha sido la proliferación de intermediarios de la comunicación".

"Con todo, lo que más preocupa de este tipo de periodismo", termina Missé, "es que discrimina las declaraciones según las fuentes. El problema no es que la prensa se limite a recoger opiniones sin más, sino que recojamos sólo las de influyentes o poderosos, los que tienen la habilidad o el asesoramiento necesario para organizarse".

Uno de los requisitos imprescindibles de un buen periodismo es valorar correctamente. Pero a veces hace falta mucha convicción. Como la que tuvieron vanas cadenas de televisión norteamericanas que el 4 de junio de 1992 se negaron a retransmitir en directo una rueda de prensa del presidente George Bush porque estimaron que no aportaba nada nuevo.

El discurso de Bush fue recogido brevemente, y como quinta noticia, en los servicios informativos. Conste que algunos telespectadores protestaron.

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