'I love Madrid'
Debido a asuntos relacionados con una de mis profesiones, he trasladado mis trastos durante una temporada hasta Los Ángeles, California (especifico para evitar el chiste ese de va uno y dice: "Me voy a Los Angeles", y contesta el otro: "Ah, a Los Ángeles de San Rafael". Es muy malo, pero por si acaso). Tras largas horas de meditación cuasi trascendental con levitación incluida, creo estar en disposición de soltar una disquisición coherente sobre las diferencias entre Madrid y la ciudad' sede de los Lakers. Según unas recientes estadísticas, el 40% de los habitantes de Madrid se ha planteado en alguna ocasión cambiar de ciudad de residencia, por lo que, quién sabe, Los Ángeles puede ser una buena opción. Para que no les coja desprevenidos, he aquí algunas consideraciones que deberán tener en cuenta si se deciden a venirse para aquí, también válidas aunque sólo se trate de unas vacaciones.Distancias. Si se siente agobiado por el tamaño de Madrid, Los Angeles no es su ciudad, ni mucho menos. Cien kilómetros de largo por otros tantos de ancho no invitan a la intimidad, las relaciones de barrio y la comodidad de transporte. Si tiene suficiente dinero para comprarse un helicóptero, olvídese de lo anteriormente reseñado.
Tráfico. El viajero tampoco saldrá ganando en este aspecto. El parque móvil se mide en millones de vehículos, y la carretera de La Coruña en hora punta es un desierto solar en comparación con los atascos de seis carriles que se forman a cualquier hora y en cualquier autopista. Eso sí, no se sentirá nunca solo y, gracias a la radio del coche, estará al tanto de todo. Inmóvil, pero informado.
Taxis. Si pretende salir a la calle y pillar uno, va dado. No existe el taxi convencional. Hay pocos y se tienen que llamar por teléfono. Cobran una pasta, o sea, como en todos los lados. Que su escasa presencia callejera sea ventaja o inconveniente lo tendrá que decidir usted. Yo todavía tengo que coger unos cuantos en Madrid, y no quiero problemas.Comida. La cocina californiana es como la de cualquier otro Estado de la Unión, prácticamente inexistente. Mucho colesterol free (sin) y otro tanto de colesterol fat (rebosante de grasa). Si es un fan del aceite de oliva, procure llevárselo por toneladas desde España. Aquí se paga su precio en oro. Por supuesto que no tendrá problemas en encontrar cocina mexicana, colombiana, surinamesa, venezolana, china, japonesa, tibetana (ha abierto un local Richard Gere), coreana, tailandesa, española en todas sus variedades autonómicas, etcétera.
Fumadores. Éstos sí que lo tienen crudo. Después del asesinato y la corrupción de menores, fumar es de lo peor visto. No se puede echar un pitillito en los edificios públicos, en los privados, en la mayoría de los restaurantes, en los pabellones deportivos, en gran parte de los hoteles, etcétera. Ya sólo les queda prohibirlo en la calle. Una de las últimas peticiones a este respecto trata de considerar al fumador, a todos los efectos, como un drogadicto. Y pensar que Reagan hacía publicidad de tabaco.
Televisión. Los canales se multiplican por 20, lo que parece una ventaja, aunque no lo es tanto. La publicidad es implacable, y de tanto zapear acabas por no ver nada. Eso sí, no hay ninguna Tele 5.
Playa. Una de las grandes ventajas de Los Ángeles sobre Madrid. El Pacífico, sus playas, lo que hay en las playas, lo que se cuece en las playas. De bañarse, poco, pues la contaminación es brutal, pero el espectáculo es magnífico.
Hollywood y Beverly Hills. Impresiona estar tan cerca de las estrellas del celuloide y la canción, entre ellas Julio, que, como todos saben, vive en Bel Air. Los pobrecitos famosos habitan en barrios residenciales que dejan a La Moraleja como zona de chabolas. Tener vecinos tan ilustres no da dinero, pero sí prestigio.
Disneylandia. Cualquier comparación con el Parque de Atracciones es pura coincidencia, y además de mal gusto.
Y, por último, tenemos los terremotos. Saber que en cualquier momento llega el big one, ese seísmo que dicen los expertos que sepultará California. Conseguir que los movimientos de tierra formen parte del día a día.
Como en casi todo, existen ventajas e inconvenientes, aunque qué quiere que le diga, como en Madrid, en pocos sitios, y Los Ángeles no es uno de ellos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.