_
_
_
_

La intución salva a Italia

Sacchi, en posición de vivir o morir, ante Noruega, prescindió de Roberto Baggio

Santiago Segurola

La vieja habilidad para sobrevivir a los naufragios rescató a Italia del desastre. Golpeada por la expulsión de su portero y la sustitución de Roberto Baggio, tuvo que jugar a la antigua manera. Cambió un partido abierto por otro sinuoso, trabado, con muchos detalles tácticos, la clase de encuentro que siempre han manejado los italianos. En estas cuestiones son unos maestros. Nadie como ellos administra las situaciones de desventaja. Italia tuvo una vez más ese mérito. Se regufió, esperó y encontró su momento.Hubo mucho contenido dramático en un partido impaciente y tenso. La selección italiana jugaba contra Noruega y contra el griterío de su país. Hubo cambios en el equipo, para reparar culpas ante las exigencias de la, crítica, y un diseño ofensivo muy marcado. Signori, el habilidoso delantero centro del Lazlo, se colocó en la banda izquierda. La punta fue ocupada por Casiraghi, un ariete sin demasiadas sutilezas, pero resistente en los choques. Las otras novedades estaban en la banda derecha. Berti, un tipo de trote, se metió en el medio campo y Benarrivo apareció como lateral. Todos estos movimientos tácticos escondieron un castigo explícito de Sacchi a la armada milanista. Sólo cuatro titulares -Costacurta, Baresi, Maldini y Albertini- eran hijos de la escuela de Sacchi.

Todo discurrió con una cierta normalidad hasta el minuto 21. Italia buscaba con tenacidad y demasiado vértigo la portería de Thortsvedt. El exceso de revoluciones producía un juego impreciso, pero la superioridad italiana era incuestionable. Dos espléndidas intervenciones del portero noruego contuvieron el enérgico ataque del equipo de Sacchi. Y entonces ocurrió el desastre. Una jugada de manual -el pase, corrido desde la media cancha al delantero centro- fue interpretada de forma diferente por los defensas milanistas y Benarrivo, el lateral del Parma. Baresi, Costacurta y Maldini achicaron como un tiro, con la celeridad y la mecánica que aprendieron de Sacchi. Pero Benarrivo se quedó cinco metrós atrás, deshizo el fuera de juego y habilitó a Fjortof, que recibió la pelota 31 encaró a Pagliuca. Su despeje con la mano, fuera del área, significó su expulsión y añadió un elemento nuevo al drama que vivía Italia. Y además apareció Sacchi para levantar más polvaredad: sustituyó inmediatamente a Roberto Baggio, el icono del fútbol italiano. La decisión de Sacchi tenía una trascendencia extraordinaria. En el momento más delicado del partido, con la posibilidad de abandonar el Mundial, sacaba de la cancha a su mejor futbolista. Sacchi se colocó en una posición de vencer o morir. Todo lo que no fuera una victoria, resultaría en la crucifixión de Sacchi. Cualquiera podría agarrarse al argumento Baggio para disparar contra el técnico. En realidad, la sustitución de Baggio pareció excesiva. En el mejor de los casos, parece poco procedente apartar del encuentro al mejor futbolista del equipo. Pero después de la victoria, los oportunistas de este mundo dirán que la decisión revela la genialidad Sacchi.

Desde ese minuto, el partido siguió otro camino. Italia se agarrotó, apretada por el susto. Estaba en una situación muy delicada: con un jugador menos, sin su estrella, con la mirada irritada de su pública sobre el equipo. Y enfrente había una selección sólida, de las que no ofrecen concesiones al adversario ni al público. Noruega siguió con su paso mecánico y fuerte: la pelota al cielo y el juego vigoroso. El partido cambió de ejes. Italia estaba obligada a sacar partido de su vieja intuición para sobrevivir.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_