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MUNDIAL 94

Los árabes regalan caramelos

El Mundial estuvo a punto de saltar por los aires otra vez. Por si no había vivido ya suficientes sustos, el pasado lunes amagó con recibir el mayor sobresalto posible. El encuentro más desnivelado a priori, se quedó a un paso de invertir los pronósticos y consagrar para siempre la frase a la que se agarró Arrigo Sacchi para justificar la derrota de Italia frente a la vieja Irlanda: ya no hay enemigo pequeño.Arabia, el caramelo del grupo F, puso contra las cuerdas a Holanda. Rozó la victoria y luego, el empate. Un error garrafal de su portero, Al Daeyea, apagó todas sus ilusiones a cuatro minutos del final. Voló a por un balón inocente colgado sin mucho entusiasmo sobre el área, se pasó de largo y regaló un cabezazo a puerta vacía a Taument. Holanda evitó así el fuego que se avecinaba.

Y Holanda no jugó mal. Buscó la victoria con su habitual obstinación ofensiva, se llenó de ocasiones de variada peligrosidad (lanzó un total de 30 remates, la cifra más elevada en un partido hasta la fecha) y no dio muestras de exceso de confianza por su aparente superioridad. Holanda no estaba dispuesta a participar de nuevo en la construcción de la leyenda de los equipos de abajo. Y al final logró su propósito.

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