Bofetadas para los gamberros
Polémica por la sanción a un 'bobby' que golpeó a un chico de origen español
¿Tienen los policías derecho a tomarse la justicia por su mano, aunque tal justicia implique todo lo más una bofetada aplicada al rostro de un adolescente de 14 años? Los magistrados de Bridgwater (Inglaterra) no o creen así y el lunes condenaron a pagar una multa de 20.000 pesetas -y otras 10.000 de compensación al joven agredido-, al veterano agente Steve Guscott, un maduro bobby con 20 años de servicio a las órdenes de la policía de Avon y Somerset (Inglaterra). Guscott, quien se enfrenta además a una posible expulsión del cuerpo cuando sus mandos revisen el caso a finales de julio, no parece arrepentido de su acción. Y a juzgar por los miles de llamadas de apoyo recibidas desde todos los rincones del Reino Unido, incluso de Malasia, tampoco parece que tenga motivos para ello.Hasta el padre del agredido, de nacionalidad española" le ha dado implícitamente la razón, según el diario The Guardian. Todos los esfuerzos por localizar ayer a su abogado, John Napier, fueron inútiles. Y tanto secretismo tiene que ver con la incómoda situación en que la familia se encuentra en estos momentos. El incidente se produjo en marzo pasado, cuando una anciana residente en Minehead, Thelma Campbell, reclamó la ayuda del policía, harta de soportar el acoso de un grupo de chavales de la zona. Según la señora Campbell, los chicos se divertían con toda clase de gamberradas menores, pero bastante incordiantes. Por ejemplo, llamar a la puerta de la casa y salir corriendo, incluso romper las botellas de leche colocadas en la puerta. Ni ella ni su marido se sentían con fuer-, zas para reprimirles más allá de algún insulto que sólo provocaba sus risas.
Pero llegó el agente Guscott y todo cambió. Agarró a uno de los chavales por las solapas y le soltó una bofetada considerable a resultas de la cual, según la madre del agredido, se le produjo una hemorragia nasal. Una vez planteado el caso ante los tribunales, el fallo, contrario al agente Guscott, ha provocado una airada polémica con mayor proyección social de lo que hubiera sido razonable imaginar.
Abogados y defensores de los derechos de la infancia, que en el Reino Unido son legión, se han mostrado encantados con el veredicto. Incluso si Guscott es expulsado del cuerpo, tanto mejor para la imagen de la policía británica. De otro lado, los propios policías, y los ciudadanos de a pie están indignados con la sentencia. Miles de señoras y señores normales han bloqueado la centralita. del cuartel general de la policía de Avon y Somerset para manifestar su apoyo al policía. Tabloides como The Sun, que pidieron a sus lectores que se manifestaran con relación al caso, recibieron también montañas de llamadas, todas, al parecer a favor del agente. Incluso un diputado tory, Geoffrey Dickens, ha llegado a afirmar que lo que Steve Guscott merece en realidad es una medalla.
El detalle de que el padre de la criatura sea extranjero ha avivado, además, los sentimientos xenófobos de la prudente clase media británica. En el domicilio del abofeteado se han recibido llamadas amenazadoras sugiriendo a la familia que se vaya a su país.
La sangre no llegará al río, pero en la pequeña localidad de Somerset, los chavales se lo pensarán dos veces antes de volver a incordiar a un jubilado. Lo peor es que no será por especiales razones de respeto a sus mayores sino por estricto pánico al agente Guscott.
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