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La gran tómbola benéfica de Sarajevo

70.000 millones de pesetas en dos años servirán para borrar la huella de la guerra en la dividida capital bosnia

La carretera, el puente, el edificio, el agua, todo lo arreglará mister Eagleton, según muchos vecinos de Sarajevo. La restauración de los servicios públicos esenciales costará aproximadamente 70.000 millones de pesetas, y el diplomático norteamericano William Eagleton es en parte el encargado de recaudarlos y en todo de distribuirlos para conseguir que la capital de Bosnia-Herzegovina -cuyas estructuras básicas han sido devastadas por dos años de asedio y guerra- vuelva a ser en dos afios una ciudad habitable. El próximo 29 de junio, en la sede neoyorquina de las Naciones Unidas, se juntarán los países que van a dar dinero o tienen intención de darlo para esta gigantesca tómbola benéfica que se llama Sarajevo.A la espera de los problemáticos cientos de millones de dólares las fuerzas de las Naciones Unidas -únicas con el personal y la maquinaria precisos- trabajan a destajo desescombrando edificios, reparando carreteras o retirando de las calles la basura acumulada y los miles de automóviles reducidos a chatarra por las granadas serbias. Pero las Fuerzas de Protección de la ONU, reconoce Eagleton, un ex embajador en Siria de 67 años nombrado coordinador especial para Sarajevo por Butros Butros-Gali están llegando al final de sus posibilidades y se necesita dinero fresco.

El plan para Sarajevo adoptado por el Consejo de Seguridad después de que las amenazas de la OTAN permitieran en febrero pasado el levantamiento del asedio serbio es una especie de proyecto piloto de ámbito global. Se incluyen en él desde el reacondicionamiento de los accesos a la ciudad hasta la rehabilitación de la red de ferrocarril, y sus enseñanzas podrían ser aplicadas en otras zonas de Bosnia menos emblemáticas a medida que las condiciones de seguridad y el dinero disponible lo fuesen haciendo posible.

Cese de hostilidades

En este sentido, el cese de hostilidades durante un mes acordado entre los serbios de Bosnia y los musulmanes, que a excepción de Bihac va adquiriendo firmeza a medida que pasan los días -ayer fueron intercambiados simbólicamente en Sarajevo media docena de prisioneros de ambos bandos-, permite a la veintena de técnicos que, como avanzadilla, trabajan ya en la capital bosnia, concentrarse en la preparación de proyectos. Agua para el verano y gas para el invierno son ahora mismo las tareas prioritarias, según Eagleton, una especie de alcalde in péctore, aunque de Illinois, para los vecinos de esta ciudad.

En marzo pasado, Estados Unidos y el Reino Unido enviaron a Sarajevo una misión civil conjunta para evaluar las necesidades inmediatas que permitieran restaurar una sombra de normalidad. En Viena, a finales de mayo, una conferencia de donantes, en la que figuraban el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo y el Banco Mundial, conoció ya planes concretos de actuación en una decena de sectores clave. Para los trabajos de los primeros seis meses, contados desde ya, la factura ascendería a unos 30.000 millones de pesetas.

El secretario general de la ONU ha constituido un fondo de donantes y Eagleton viaja recogiendo fondos. El diplomático estadounidense, que durante los últimos días ha estado convenciendo a los líderes de los países del Golfo para que pongan su granito de arena, recaló ayer unas horas en Sarajevo y dijo que el mes próximo empezarían a verse los rostros de las personas encargadas de ejecutar planes concretos para mejorar las comunicaciones, la recogida de basura o los transportes.

Unos cuantos taxis a precios astronómicos para gente sin ingresos y una línea de tranvías incompleta, gratuita y abarrotada- es todo el transporte de que disponen ahora los 300.000 vecinos de Sarajevo. Quienes tienen un coche en uso suelen iniciar por la noche la cola en la única gasolinera que funciona, y cuya apertura se produce a las tres de la tarde, para cargar un máximo de 20 litros de combustible cada vez, a unas 250 pesetas el litro.

Pocos tienen claro todavía, sin embargo, por dónde se empieza a poner en pie, no sólo fisicamente, una ciudad devastada de ocho o diez kilómetros de longitud por dos o tres de anchura. Compiten en ello además una red tupida y a veces no fácil de descifrar de agencias internacionales de ayuda, gubernamentales y no gubernamentales, cada una con sus reglas y personal, que trabajan a la vez, pero no coordinadas, sobre cualquier aspecto imaginable de la realidad: desde la construcción de escuelas hasta la depuración del agua, pasando por la entrega de ayuda humanitaria o la reanimación cultural.

En este terreno, la televisión bosnia anuncia la llegada esta semana a Sarajevo, con tiempo preinvernal, del director Zubin Mehta y del cantante José Carreras, patrocinados por una cadena de televisión italiana, para grabar un concierto sin público en las ruinas de lo que fue la Biblioteca Nacional. Junto a ella fue asesinado, ahora hará 80 años, el archiduque Francisco Fernando de Austria, iniciándose así un ajuste de cuentas que todavía continúa. No está clara, sin embargo, la autorización del misterioso concierto. El Gobierno, por su parte, alega que serviría exclusivamente para propósitos comerciales y que Sarajevo no percibiría una sola peseta.

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