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Madrid, una ciudad para vivir

Los ciudadanos madrileños venimos desarrollando una forma de vida urbana de la que, en general, no nos sentimos satisfechos y respecto de la cual las administraciones y la ciudadanía debemos asumir nuestras correspondientes responsabilidades.Seguramente no será tarea fácil, aunque sí posible y necesaria, el que los ciudadanos consigamos cambiar las actitudes incompetentes e ineficaces, unas veces, partidistas, burocráticas, conservadoras y excluyentes, otras, de las administraciones y sus representantes; del mismo modo que será preciso transformar determinados comportamientos de los vecinos de Madrid.

Si compete a los poderes públicos salir de la desidia y propiciar la participación y la creatividad, la corresponsabilidad y la iniciativa social, a las entidades ciudadanas y asociaciones de vecinos corresponde contribuir a la formación, tanto reivindicativa como participativa, de los madrileños en la vida pública y desarrollar alternativas que den solución a sus problemas, y, en este sentido, he aquí tres ejemplos ilustrativos al respecto.

En una ciudad donde la inmensa mayoría nos quejamos de la suciedad reinante, que es consecuencia, en primer lugar, de la incompetente gestión municipal y de su absoluta falta de iniciativas, el civismo en temas de limpieza y salubridad es, sin embargo, tarea simultánea e impostergable del conjunto de los ciudadanos, que, junto al Ayuntamiento, debemos comprometernos en conservar y mantener un entorno limpio y saludable para todos.

Tampoco estamos satisfechos con la situación creada en el terreno de la movilidad: caos circulatorio, atascos, agresión medioambiental y acústica, carencias en los transportes colectivos, etcétera, situación que genera un profundo malestar y una continua indignación entre los ciudadanos.El Ayuntamiento de Madrid no parece muy dispuesto a resolver el problema, y de ahí los recortes presupuestarios y la falta de decisión en política de transporte que limite la agresión contra la ciudad y sus residentes, y particularmente contra el casco histórico; pero también los ciudadanos tenemos que revisar y cambiar nuestros comportamientos de movilidad en el interior de la ciudad. La exigencia de medidas concretas a las administraciones debe ir en paralelo con nuestro compromiso solidario con la ciudad y sus habitantes.

Existe además una importante preocupación social por los problemas creados por la inseguridad, la marginación, la drogadicción, etcétera, agravada, en parte, por las. limitaciones presupuestarias que continuamente ejercitan el Ayuntamiento y las demás administraciones.

Las políticas que persiguen el ocultamiento de los problemas, en vez de su resolución, alentadas por los comportamientos de ciertos ciudadanos o colectivos permanentes opuestos a cualquier clase de alternativa: centros de atención a drogodependientes, centros de acogida, centros de atención social, etcétera; la actitud conservadora de las administraciones y la actitud defensiva de esos ciudadanos o colectivos contribuyen a que este tipo de problemas, lejos de encarrilarse hacia una vía de solución, crezcan y se multipliquen cercenando las pautas de convivencia.

En conclusión, si los políticos deben olvidarse de estar perpetuamente a la defensiva ante los ciudadanos y sus organizaciones sociales, arriesgando más y siendo más incisivos y audaces, en la parte que nos toca, los vecinos y las entidades que los agrupan debemos ser más exigentes y, a la vez, mostrarnos más comprometidos en la solución de los problemas que nos afectan. Será sobre la base de la responsabilidad de los gobernantes y de los compromisos de los ciudadanos como iremos creando una ciudad para vivir.Prisciliano Castro es presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid.

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