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Tribuna
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'Turia'

Dispuestos a zambullirnos en la travesía de un milenio a otro y cargadas nuestras espaldas morales con las elecciones de ayer, a pique las penúltimas inocencias que nos quedaban tras unas cuantas semanas de olerle los calzoncillos al sistema a través de su intermediario Luis Roldán, me permito un viaje al Levante feliz para redescubrir la última publicación superviviente de los que nunca fueron felices sesenta.Cartelera Turia ha conmemorado su trigésimo aniversario, clarísima demostración de que aquí no nos hizo falta nunca un Mayo francés del 68, porque desde el 14 de abril de 1939 teníamos una colección completa de abriles y mayos 3 julios y la madre que los parió. Ya en 1964, en un esfuerzo paralelo a que modificaba a Triunfo para bien o ratificaba Primer Acto o Nuestro Cine, Cartelera Turía se publicó en Valencia con vocación de falla cultural progresista en un país excelente para las fallas y los falleros, pero no excesivamente progresistas. Que 30 años después los empecinados de Turia continúen mezclando racionalismo crítico, surrealismo mediterráneo y falla, falla pura al servicio de un producto de cultura crítica sin paralelo en el mundo, demuestra que todo es posible en Valencia cuando ya dudamos de que todo sea posible en Granada, referente de una España mágica que ha sustituido incluso la retórica por la aerofagia. Exterminadores, cultos, polícromos, arbitrarios, rojos, verdes, colorados, los de Cartelera Turia constituyen una extraña y reducida secta que cada semana nos envía la botella del náufrago con sus mensajes de críticas de espectáculos (incluido el político) que rompen los moldes de los mensajes obvios. Cartelera Turia demuestra que el ruido puede y debe ser un mensaje necesario en este mercado monopolizado por la insoportable levedad del saber.

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