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Madera para Velázquez

Treinta jóvenes aprenden ebanistería en el taller del Museo del Prado

Elsa Fernández-Santos

Han enmarcado a Los bufones de Velázquez, han construido una mesa de ajedrez para un despacho y han diseñado las sillas en las que se sentarán los bedeles. En el taller escuela del Prado, 30 jóvenes aprenden las técnicas de la madera y construyen los marcos, mesas, sillas y cajas que necesita una de las principales pinacotecas del mundo. "No es lo mismo hacer un marco normal que un marco para un goya", afirma una de las alumnas de esta escuela, cuyo futuro es una incónita hasta diciembre, fecha en la que termina su primera promoción.Los 30 alumnos -26 chicas y 4 chicos- de la escuela se presentaron hace tres años, junto a otros 200 aspirantes, a las pruebas de habilidad y conocimientos que decidían su lugar en este taller de trabajo y formación. Los elegidos han recibido en estos años un sueldo de 80.000 pesetas mensuales y clases de fotografía, gestión empresarial y dibujo, entre otras asignaturas complementarias a su fin principal: los trabajos con madera.Financiada en su mayor parte, con 150 millones de pesetas, por el Fondo Social Europeo del Instituto Nacional de Empleo, el resto de los gastos corren a cargo del Ministerio de Cultura y del propio Museo del Prado. "Para la selección final se descartó tanto a los mejores aspirantes, porque no tenían nada que aprender y no necesitaban una escuela, como a los peores", explican los aprendices. "Esta escuela tenía que haber durado dos años", señala Alicia Quintana, jefe del servicio de educación y acción del Prado, que añade: "Pero el anterior director, Francisco Calvo Serraller, logró que se prolongara un año más. Lo cierto es que esta promoción ya no puede permanecer más tiempo, pero como al nuevo director del museo también le interesa la continuidad de la escuela, vamos a presentar un nuevo proyecto al Ministerio de Cultura, que es el intermediario con el Inem".

La escuela taller del Prado, situada en el palacio de Velázquez, en pleno parque del Retiro -primero estuvo en el edificio que ahora ocupa el Museo Thyssen, y luego, en el Reina Sofía-, ha invadido con sus artilugios (tablas, sierras, pinturas) dos plantas del edificio del museo. Los alumnos son en su mayoría estudiantes de Bellas Artes o de formación profesional.

"Yo estudié restauración y me presenté porque en la facultad no se toca la madera y es una especialización que me interesaba", explica Natalia de 27 años, una de las alumnas del taller que, como la mayoría, aspira a poder crear en el futuro su propio taller de marquetería con la experiencia adquirida aquí. "Lo más difícil es encontrar un lugar donde instalarte para trabajar. Pero tener un taller propio es la mejor salida", comentan estos fabricantes de cajas, marcos y muebles artesanales. El maestro es José Manso Gómez, un ebanista -"tengo serrín en lugar de sangre", dice- de 67 años que ha trabajado 40 en el Prado y que se jubiló hace dos. "Esto es como hacer arquitectura . Lo primero que enseñamos es a montar el mueble en miniatura, ése es el primer paso", explica. Manso llegó por vez primera al Prado cuando tenía 18 años y todavía hoy es llamado por el museo para trabajos ocasionales.

"Trabajando tantos años en el museo adquieres sensiblidad y conocimientos", dice el ebanista. "El museo es un libro que poco a poco aprendes a leer. Al final es difícil acostumbrarse a no ir allí todos los días", concluye Manso.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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