Carta de Beatriz de Orleans-Borbón
Regresando en avión de Madrid, he leído en EL PAÍS del 26 de mayo que el señor Aniceto Amoril ha sido condenado a una multa de 250.001 pesetas por abandono de perro.
Cuando mis hijos eran pequeños, nunca les he castigado con castigos inaplicables, y, como consecuencia, mis hijos se han vuelto adultos de forma responsable. Me parece más adecuado penalizar al señor Aniceto Amoril con la suspensión del carnet de conducir para una semana y exigirle que durante esa semana limpie la perrera municipal más cercana un mínimo de cuatro horas diarias.
Si eso fuera demasiado duro: suspensión de carnet de conducir con posibilidad de recuperarlo después de limpiar las perreras municipales durante solamente tres días y ocho horas diarias. No sé qué dificultades legales tendría el juez para aplicar esta penalidad al culpable del abandono, pero estoy segura de que este último, al ver durante varias horas la mirada de los perros abandonados en las perreras, recapacitaría y no volvería a hacer un gesto tan egoísta, irresponsable y cruel, y probablemente sería portavoz convincente para que los demás ciudadanos propietarios de perros no cometan el mismo triste error.Una asidua lectora.-
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