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Tribuna
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De la muralla a la calzada

Anguita logró ayer el éxito que las urnas le negaron hace un año. Lo ha alcanzado cuando en la votación no estaba en juego el Gobierno, pero le ha llegado tras un debate en el que se ha juzgado al Gobierno. Quienes ayer acudieron a votar lo hicieron no sólo para elegir a los 64 eurodiputados, sino también para dar su opinión sobre la vida pública española. Y en ese pronunciamiento, Izquierda Unida ha visto enormemente aumentado el apoyo con que contaba. Un apoyo espoleado por la indignación y la desesperanza; indignación con la tolerancia de los socialistas con la. corrupción, desesperanza por la destrucción de empleo. Un apoyo facilitado, también, por la actitud de Anguita de zafarse de la hostilidad en que se embarcaron socialistas y populares.El resultado electoral de ayer viene a sugerir que fueron la hostilidad, las actitudes descalificatorias, las que depararon resultados mucho peores a IU en anteriores ocasiones. Igual que demuestran el fracaso de la estrategia del miedo: centenares de miles de votantes han desoído las advertencias socialistas sobre los riesgos de desestabilización del Gobierno y han votado tranquilamente al PP y a Izquierda Unida.

IU se ha caracterizado hasta ahora por su actitud de protesta y de denuncia. Y le ha dado, en ese terreno, un buen resultado. Ha dejado claro, como quería, que no es una bisagra para el PSOE ni aspira a serlo. En ocasiones, a menudo, la forma en que lo ha hecho ha confundido lo coherente con lo trascendentalista, la firmeza con la inflexibilidad. Ahora, el desafío para Izquierda Unida estriba en sostener el giro hacia la realidad: combinar crítica y alternativas viables. Nadie podría pedir a IU que se domesticara, pero nadie debería tampoco interpretar como docilidad lo que sería sentido de la realidad. Se puede avanzar por la izquierda, pero por una zona más centrada de la calzada en vez de circular con dos ruedas por el arcén.

Durante un largo periodo, todavía cercano, muchos dirigentes de IU creyeron que los materiales para la construcción de su muro frente al Gobierno se encontraban en el solar ocupado por los abstencionistas. Esos materiales tenían un alto componente antisistema, y su configuración era más propia para levantar una muralla de contención que para construir una calzada, una vía de comunicación por la que se avanza. Era una estrategia inspirada más por la preocupación de resistir a los cambios que por el propósito de influir eficazmente en ellos. El precio fue no alcanzar siquiera el 10% de los votos.

Ahora, con cerca del 14%, IU se sitúa en un terreno que ya no es propio del testimonialismo. En Andalucía, sus diputados son decisivos. Pueden contribuir a la gobernabilidad, y, si quieren, derribar al Ejecutivo de la mano de los populares. En el Congreso de los Diputados, es muy probable que el Gobierno siga prefiriendo la colaboración de los nacionalistas vascos y catalanes. Pero los portavoces de Izquierda Unida se encontrarán frente a la responsabilidad de formular unas propuestas que serán escuchadas con una atención diferente.

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