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Svorada vuelve a superar el caos

Cuatro de las cinco llegadas masivas se han saldado con caídas

Carlos Arribas

Endrio Leoni quiso acostarse sobre un cojín mullido, el cuerpo de Abduyapárov, y acabó en el suelo. Un sprint da para mucho, y en Italia, más. "Los sprinters saben que este Giro tienen muy pocas oportunidades. Y se la juegan pase lo que pase", dice Miguel Induráin. Cuatro de las cinco llegadas masivas que se han producido en este Giro han acabado con una caída al menos. "Van demasiado al límite", continúa Induráin. "Se fuerza en cada curva cada vez más y a veces es imposible tomarla a 60 por hora". Y Cippollini, caído en Salamanca y espectador televisivo de este Giro, sentencia: "Una victoria en el Giro es muy importante, pero lo es más la vida". En la estrecha recta del playero Bibione, allí donde Leoni intentó sacar más fuerzas de Abduyapárov y se cayó a más de 60 por hora, arras trando consigo a Pagnin, repitió triunfo el prudente eslovaco Svorada. El mismo que se aprovechó de otra caída para vencer en Pontedera. Abduyapárov volvió a asumir el papel de desgraciado, sólo abandonado anteayer: una caída le impidió entrar en el sprint de Ia primera etapa: la gorra se le metió en los radios en Melfi, el día que Induráin se midió con los velocistas; otra caída le dejó cortado en Pontedera. Y ayer, cuando su victoria parecía inapelable -¡qué remontada en los últimos 400 metros!-, apareció el cómodo de Leoni para perturbarle. "Si no es por Leoni, gano", dice Abduyapárov. "Qué va", responde Svorada. "Habría ganado yo de todas todas. Era el más fuerte en la remontada". La última vuelta del circuito final de seis kilómetros se corrió a una media de 56,992 kilómetros por hora. Y tenía cuatro curvas de 90 grados.

La propia locura de los sprinters, su intento de superar todos los límites por una victoria, y el diseño de las etapas -tantos finales en circuito- han hecho sonar las sirenas de alarma en el Giro, una carrera que convierte en belleza todo cuanto toca. Se culpa a los intereses publicitarios -las curvas hacen rentables los anuncios publicitarios que en sus vallas se insertan- y a la propia filosofía que se ha instalado en el ciclismo: sólo la victoria cuenta. No hay ninguna etapa tranquila, porque hasta el mínimo premio despierta el ansia de decenas. Y cada etapa del Giro está plagada de metas volantes por las que los pueblos pagan curiosos premios.

Fue una jornada lenta sólo aviada al final. Y aun así, en estos días de transición y de acopio de fuerzas, el gran favorito de los italianos, el hombre por el que suspiran los tifosi, Giánni Bugno, no deja de hacer su gasto. "Tampoco es para tanto", dice Bugno. "Simplemente prefiero estar delante para evitar los riesgos". Una cosa es estar delante y otra es ponerse el primero del pelotón llevando la marcha, y a todo su equipo en fila india detrás, a velocidades de vértigo. Anulando escapadas e impidiendo saltos que puedan poner en peligro un sprint masivo donde su compañero de equipo Abduyapárov debe marcar la diferencia. Este dispendio energético ya ha despertado las críticas amistosas del entorno del Giro, que ve tonto eso de tirar energías. "Si quieres un duro, no lo gastes", que dice Echávarrí.

Bugno -que ayer tropezó al bajar del autocar de su equipo y se hizo un corte en el brazo derecho- le presenta como un hombre nuevo y hasta se han olvidado sus devaneos y cortejos amorosos. "En realidad, sólo se tomó un helado y un café con la azafata", afirma su director, Gianluigi Stanga, el hombre que primero denunció su fuga amorosa. El cambio de postura se interpreta como una renovación de sus buenas relaciones con el corredor. Justo antes del incidente de la azafata se había hecho público que, con un 90% de posibilidades, Bugno cambiaría de equipo el próximo año. Ayer, sin embargo, su patrón actual, Franco Polti, anunciaba que había llegado a un acuerdo con Bugno para su renovación. Todo, en realidad, era una subasta económica. Bugno verá aumentados sus actuales emolumentos, cifrados en torno a los 80 millones de pesetas limpios por temporada.

"La alergia no llama por teléfono para avistarte de que te va a visitar", señala con ironía Induráin cuando se le pregunta por su nariz. Pero luego añade: "De todas formas, no sé si lo que me frenó en la contrarreloj fue la alergia. No tengo claro qué me produjo el día malo". Ayer, su director, Eusebio Unzúe, dijo por la televisión italiana que Induráin pesaba un kilo menos que el año pasado por estas fechas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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