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Tribuna
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Ellos y nosotros

La costumbre de dar los mítines en las plazas de toros ayuda a que las campanas políticas se conviertan en España en un gran ruedo ibérico. Los tendidos se pueblan de un público familiar, interclasista y enfervorizado que quiere que los oradores hagan faena y le corten las orejas, y si fuera posible el rabo, a los contrarios. José María Aznar y Abel Matutes -que no se privan de hacer referencias taurinas en sus discursos, a veces coreadas por los gritos de "torero, torero"- han debutado, en esta gira europeísta, en tres plazas meridionales -Murcia, Almería y Albacete- con buenas entradas y el éxito garantizado, porque estos mítines son más actos para reforzar la confianza de afiliados y simpatizantes que verdaderos mecanismos de propaganda, ámbito exclusivo ya de la televisión.De hecho, los mítines se organizan, en su horario y estructura, para coincidir con las conexiones en directo de los informativos de televisión. Son los 50 segundos fuertes de la velada, el momento en que el candidato, en todos los casos Aznar, tiene que colocar, a una señal de sus asesores, la "idea-fuerza de la noche, arrancar el aplauso y continuar con el discurso sin que se note demasiado él recurso".

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Los mítines taurinos de José María, Aznar y Abel Matutes están siendo, sin embargo, sobrios, sosegados, dejando la "caña" a los teloneros, a los dirigentes locales del partido. Aznar está utilizando los mítines para pasar a sus afiliados y simpatizantes un mensaje más de confianza que de contienda política, más de ilusión que de crítica, con la cabeza más pendiente de las encuestas favorables que de las voces de la andanada.

Pero Aznar, como Matutes y varios de los dirigentes locales, están pasando también un mensaje de compromiso con la democracia, con la libertad, con los derechos humanos, término al que suele referirse explícitamente Matutes en sus intervenciones. Tanto el presidente del Partido Popular como su candidato están abogando por el punto final al "ellos y nosotros" guerracivilista, concluir con el recurso a las dos Españas atrincheradas. Y lo hace simultaneando un discurso claramente conservador con constantes, apelaciones al patriotismo y al regeneracionismo moral, entendidos en su forma más tradicional.

Pero hay una justificada irritación en esta derecha porque se le acuse de antidemocrática. Una fuente muy próxima a la dirección del Partido Popular defendía ante este cronista a Mercedes de la Merced, cuyas declaraciones al diario EL PAÍS generaron críticas en el PSOE y en el acionalismo catalán. Esta fuente, que, pidió no ser citada para no contribuir a una polémica que no desean añadió que el único lapsus era no haber calificado de ilegítimo, por antidemocrático, al régimen del general Franco. Pero estas cosas, dijo, a estas alturas se dan por supuestas.

Las derechas que se dan cita en los mítines de Aznar son tan variadas como el amplio espectro de voto que empieza a recoger el Partido Popular. Y a todas ellas les gusta la consigna que empieza a sembrar Aznar a la espera de que fructifique tras el 12 de junio: España necesita un Gobierno fuerte frente a Europa, pero también en España.

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