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Tribuna
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Mi dolor

Desde principios de siglo, la esperanza de vida de las mujeres españolas no ha dejado de crecer. Que lo haya hecho en términos absolutos no es, obviamente, ninguna novedad: en 1900 vivían un promedio de casi 36 años, y ahora la cifra alcanza los 80 años y medio. Dicho sea de paso: si el objetivo del hombre contemporáneo es la perdurabilidad, no cabe duda de que la victoria ha sido completa. Yo estoy por la perdurabilidad. Aunque entiendo las razones del romántico. Atiendan al chiste: un hombre va al médico y el médico le prohíbe lo esencial: amar, comer y fumar. Con voz muy pequeña, el hombre pregunta: "Y así, doctor, ¿viviré más?". "Tal vez, pero sobre todo se le hará más largo". Es un fino chiste romántico. Vuelvo a la estadística y a las mujeres: el crecimiento de su esperanza de vida es también relativo respecto a los hombres. Desde 1900 cada vez viven más que los hombres. Me parece un dato misterioso. En general, el desfase se había asociado siempre a razones derivadas de la mayor responsabilidad masculina en los asuntos del mundo: el corazón de los hombres se cansa más y se quiebra antes. El mundo late en masculino, conveníamos. Pues bien: las mujeres fuman y mandan y continúan viviendo más. Es descorazonador. S. mordisquea el croissant con gesto sonriente.-Esos datos hay que leerlos en clave feminista. No hay Otra causa que la vieja causa del dolor. La experiencia originaria del dolor nos hace menos vulnerables. Fortalece y permite encarar la vida y el drama con holgura.

Más cercanas, desde siempre, al dolor provocado por la naturaleza, las mujeres añaden ahora el dolor que causan el aumento y la diversificación de sus responsabilidades. 0 sea que su situación ha mejorado y no vamos a alcanzarlas nunca. Del dolor extraen la vida: han comprendido definitivamente, y es justo que estén llamadas a decir la última palabra.

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