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¿Necesitan los rusos la democracia?

Últimamente es cada vez más frecuente oír que los rusos se sienten decepcionados por la democracia. En las elecciones parlamentarias del 12 de diciembre de 1993 participó menos gente que en las elecciones y referendos del periodo 1989,1993, los políticos que se consideran demócratas no obtuvieron la mayoría de los votos en ellas, y la actividad electoral en los comicios locales de esta primavera fue muy baja. Cabe, pues, preguntarse si estos hechos confirman verdaderamente una decepción ante la democracia.Durante algunos meses de 1994, la fundación independiente Opinión Pública, de cuyo centro analítico soy director, intentó abordar este tema desde diversos ángulos. Tras estudiar el estado de ánimo de la población urbana de Rusia, he aquí los resultados.

En primer lugar, la crisis de la democracia es evidente: dos tercios de los encuestados consideran que la abstención en las elecciones locales se debe o bien a la decepción ante las actividades de todos los órganos electos sin excepciones o bien a la decepción ante la democracia en general, es decir, la democracia en sí misma. El estado de ánimo de la población se refleja también en su actitud ante los demócratas que están en el poder, y, en primer lugar, ante el presidente Borís Yeltsin. A principios de 1994, la cantidad de gente que se pronunció a favor de su cese (un 40% de los encuestados) superó por primera vez la cifra de los que estaban en contra (un 29%). En septiembre de 1993, la correlación era diametralmente opuesta: el 31% era partidario del cese y el 39% estaba en contra.

Estos datos expresan de forma poco precisa y unilateral lo que pasa hoy en la mente de los rusos. Se da el caso de que sintiéndose decepcionados por la democracia, ésta sigue siendo a sus ojos la idea política más atractiva, con la cual ninguna otra puede competir. A la pregunta de si Rusia necesita la democracia, la mitad de los ciudadanos adultos del país contesta afirmativamente y un cuarto de ellos lo hace negativamente. Además, los partidarios de la democracia son más frecuentes en los grupos poblacionales de vanguardia y con más perspectivas. Entre los jóvenes de hasta 25 años, por ejemplo, suponen el 58% (entre los mayores de 55 años son el 38%); entre los que tienen educación superior son el 6 1 % (en grupos con otra educación representan del 52% al 36%). Los partidarios de la democracia dominan claramente en grupos sociales como los dirigentes de las empresas estatales, los empresarios, los especialistas de alta cualificación, y los estudiantes. Los porcentajes más bajos de partidarios de la democracia se dan entre los jubilados y, sobre todo, los parados.

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¿Cómo se puede estar al mismo tiempo decepcionado de la democracia y reconocer que ésta es necesaria para Rusia? ¿Cómo se explica esta disparidad?

La explicación está en que la mayoría de los rusos (más de la mitad) considera que los demócratas que dirigen Rusia no son en realidad tales demócratas. Sólo uno de cada cinco rusos piensa de otro modo. Y no se trata aquí de que, tras la derrota en las elecciones parlamentarias, se hayan marchado del Gobierno Yegor Gaidar, Borís Fiódorov y otros políticos que, a los ojos de muchos, encarnaban la línea de reformas radicales. Se trata de que casi la mitad de los encuestados no consideran a Yeltsin como un demócrata. Muchos de los que están a favor del cese de Yeltsin lo estarían, pues, porque consideran que es un mal demócrata o que no es demócrata.

De este modo, en la sociedad rusa, además de la idea generalizada de que las fuerzas políticas están divididas en demócratas, comunistas y nacionalistas, existe la concepción de que los demócratas se dividen en auténticos y falsos. Y esta última concepción es la que domina. En la conciencia de la gente se ha formado una imagen ideal y aparentemente no muy clara de la democracia y los demócratas, en la que no encajan los personajes que actúan en la escena política. Así pues, tan sólo el 24% de los encuestados considera que la fracción parlamentaria Opción de Rusia, que dirige Yegor Gaidar, es democrática, y son aún menos los que consideran democráticas a las otras fracciones. Es interesante hacer constar que, a los ojos de la población, los comunistas y los nacionalistas son los grupos que menos encaman la idea de la democracia (tan sólo entre el 5% y el 6% de la población les considera demócratas). Sin embargo, es interesante que entre los partidarios del comunismo y los nacionalistas haya gente (y no poca) que prefiere a una u otra fuerza política no sólo por su carácter comunista o nacionalista, sino por considerarlas verdaderamente democráticas".

La decepción que sienten los rusos por la democracia es la decepción acerca de la capacidad de los grupos políticos existentes hoy en el país para realizar después de la victoria electoral una política en interés de la mayoría de la población. La demanda de "auténtica democracia" es la demanda de un poder que sea capaz de realizar precisamente esta política sin hacer retroceder al país a los tiempos en que las autoridades eran capaces de contentar a la mayoría sin democracia.

Los ciudadanos de Rusia son cada vez más escépticos sobre el valor de su voto en las urnas. Pero ni siquiera el régimen político más duro puede ya (y posiblemente tampoco se atreve a) privarles de su derecho a decidir si votan o no, si van al colegio electoral o se quedan en casa. Después de que las elecciones federales y locales pusieran de manifiesto la indiferencia de la población ante las papeletas electorales, preguntamos a nuestros encuestados qué les parecería un cambio de procedimiento en la elección del presidente, tal como han propuesto algunos políticos. Menos de un cuarto de los encuestados (un 23%) apoyó esta idea y más de la mitad (el 55%) se manifestó en contra.

A la gente no le gusta la democracia ni los demócratas existentes, pero los rusos continúan creyendo que la democracia es mejor que la falta de democracia y que es posible una democracia que convenga, si no a todos, por lo menos a la mayoría de la población.

es politólogo ruso.

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