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CAP o el precio de una ambición desmedida

Lo dijo en junio del año pasado. "Estoy preparado para la cárcel". Pero acaso Carlos Andrés Pérez (CAP), el incombustible líder socialdemócrata venezolano, no midió exactamente sus palabras cuando fue suspendido de la presidencia de su país tras ser acusado de una presunta malversación de 350 millones de peseta. Ahora tendrá que demostrar si es cierto que estaba preparado para el presidio.Carlos Andrés Pérez, uno de los grandes amigos de Felipe González en Latinoamérica, fue presidente de Venezuela en dos ocasiones. En 1979 terminó su primer mandato, cuando la economía venezolana iniciaba su derrumbamiento tras años de fulgor al calor del negocio del petróleo, a cuya sombra habían florecido también el despilfarro y la corrupción. Con ese legado, un político así carecía de credibilidad para presentarse, diez años después, como la llave maestra para los males de un país rico atenazado por la crisis.

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Pero la ambición de los políticos es inversamente proporcional a la flaqueza de su memoria. Su popularidad se desplomó poco después de su retorno al poder. La toma de posesión celebrada en febrero de 1989 fue un derroche de lujo que contrastó con las consignas de austeridad. El caracazo fue la respuesta de los venezolanos al ése estado de cosas. Murieron cientos de personas. Y el destino de CAP empezó a capotar de forma inexorable. Su supervivencia a dos intentos golpistas, en febrero y en noviembre de 1992, o las pequeñas mejoras de su política económica no consiguieron que su índice de popularirad remontara.

Nacido en la ciudad de Rubio, Estado de Táchira, en plena cordillera andina, en 1,922, en, octubre próximo cumplirá 74 años. El penúltimo de los doce hijos de Antonio López, comerciante y hacendado cafetalero, y Julia Rodríguez, descendiente de una distinguida familia andina, era a los quince años miembro del Partido Democrático Nacional, una organización clandestina. Su carrera política no conoció, desde entonces, el sosiego. Dirigente estudiantil, la llegada a Caracas le puso en el camino de la fama. Estudió Derecho, primero en la capital venezolana y luego en el exilio, en Colombia y Costa Rica, aunque nunca obtuvo el título de abogado.

Durante las jornadas revolucionarias de octubre de 1945 actuó como enlace entre la presidencia y los líderes de Acción Democrática. Tras constituirse un Gobierno revolucionario, fue nombrado secretario privado del presidente de la Junta, Rómulo Betancourt. En 1946 fue elegido diputado. Dos años después se casó con Blanca Rodríguez, con quien tuvo seis hijos. Pero su vida extramarital fue tan polémica como su vida política.

Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez pasé un año encarcelado y fue expulsado del país. Desde el extranjero trabajó, por la democratización de su país. Al día siguiente del derrocamiento de Pérez Jiménez, en 1958, regresé al Venezuela. En 1968 fue designado secretario general del Partido de Acción Democrática y en 1973 conviertió a su formación política en alternativa de poder. Ese año marcaría su llegada a la máxima magistratura de Venezuela. Muy pendiente de su imagen internacional y obsesionado por los problemas de Lationamérica, de la que se consideraba uno de sus líderes, confesó, cuando fue acusado de enriquecimiento ¡lícito, no tener interés en el dinero sino en la proyección de su figura. No tuvo empacho en proclamar: "Tengo hambre de historia".

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