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Más barro que gente

Los feriantes del Calderón no recuerdan una temporada peor en los últimos 25 años

"En el momento que llega, juega y premio que se lleva". Las voces del encargado de la tómbola se mezclan con los pitidos del trenecito de niños, que también se confunden con las sirenas de los coches de choque. Todo esto, entre machacones ritmos de música bakalao, que al avanzar dos pasos se convierten en rumba. Y aderezado con el familiar tufillo a aceite frito y a víscera de cerdo. Todo está en marcha en la feria que año tras año se instala en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón. Sería de lo más completa si no fuera porque esta vez le falta el público. Y le sobra bastante barro en el suelo."No viene nadie, este año esto está muerto", dice Juan Jiménez, el encargado del mesón. "Esto es para pensar en no venir más", comentan en la taquilla de un tren con forma de gusano. "Es el peor año con diferencia", aseguran en la tómbola. Y todos señalan al mismo culpable: el tiempo, es decir, la lluvia. Aunque la crisis económica también es tema recurrente.

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José Cánovas, el presidente de la Asociación de Feriantes de Madrid, que además es propietario de dos tómbolas, confirma con creces lo que dicen sus compañeros: "Mucho barro y poca gente. En los 25 años que llevamos viniendo a esta feria nunca ha pasado esto. No sólo no hemos cubierto gastos, sino que hemos perdido dinero". Para colmo, muchas de las atracciones acaban de llegar de la feria de Sevilla y sus dueños no pueden evitar las comparaciones. Se quejan de la lluvia y de lo poco animados que están los madrileños. "Pero tiene una explicación: el Parque de Atracciones", señala un trabajador de los coches de choques.

Siempre por San Isidro, desde hace 25 años, se instalan en el aparcamiento del estadio Vicente Calderón unas cien atracciones -"y 500 familias que este año no van a comer", tal y como se apresura a añadir la esposa de Cánovas-. Según las cifras que da el presidente de la Asociación de Feriantes Madrileños, instalarse en el recinto cuesta 30 millones de pesetas, que pone por adelantado su agrupación. Esta cantidad incluye gastos de luz, agua, vigilancia y la gravilla que hay que echar en el suelo. La Asociación de Feriantes se ocupa después de traer las atracciones y repartir los gastos.

La vida de los feriantes es dura. Lo dicen todos, uno tras otro. Comen en bares, las noches que no pasan montando y desmontando estructuras metálicas y bombillas, las duermen en caravanas y muchos tienen que separarse de sus familias porque un feriante nunca pasa más de 20 días en el mismo sitio.

Ése es el problema de, Rafael Fernández, propietario de El Águila, una de las atracciones más aparatosas de todas. Fernández ha tenido que dejar a su familia en Pamplona para que sus hijos puedan ir al colegio. "Pero de aquí han salido abogados, peritos y maestros", dice con orgullo Cánovas.

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No es la lluvia ni la falta de público lo único que enfurece a los feriantes cuando pasan por Madrid. El suelo de la capital es el más caro de toda España. El metro cuadrado, según Cánovas, les cuesta 3.500 pesetas durante la feria en esta comunidad. "Los ayuntamientos nos atracan. Tendrían que considerar que llevamos la feria de pueblo en pueblo sin ningún tipo de subvención", argumenta Cánovas.

Al único que defienden es a Jesús Gil y Gil, presidente del Atlético de Madrid, que les alquila los terrenos. "Nos lo dejan tan barato que es un auténtico regalo".

Y no son los únicos a los que no ha ayudado el patrón de Madrid este año. En la plaza de las Vistillas siempre se instalan puestos de comida y bebida por estas fechas. Los que los atienden coinciden en que la temporada es desastrosa y tienen sus esperanzas puestas en el fin de semana. "Le esperamos como agua de mayo, pero sin lluvia".

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