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Investigación de una muerte natural

La empresa familiar española no sobrevive más de 15 años a pesar de ser muy competitiva

Javier Moreno

Lo competitivo sobrevive. Es la ley del mercado. Lo eficiente, dura. Aquellos que obtienen buenos resultados, crecen, y a la larga, se afianzan. La empresa familiar española tiene todo eso: es competitiva, resulta eficiente, y sus resultados son iguales o superiores a los de la empresa no familiar de tamaño comparable, según un estudio de los economistas Vicente Salas y Fernando Merino. Pero, por lo general, no sobrevive más de 15 años.Salas y Merino, que han realizado una completa radiografía del tema para el Instituto de Empresa Familiar, tienen una explicación. Es muy difícil captar el dinero suficiente para invertir y crecer, y al mismo tiempo, mantener el control en el ámbito estricto de la familia. Entre la tribu o la financiación externa, el empresario familiar no duda. La familia, antes. Falta de las inversiones necesarias, la empresa se asfixia. Es la muerte más natural, dadas las circunstancias.

La pérdida del control no es la única traba que frena el crecimiento de este tipo de firmas. "La empresa familiar", aseguran Salas y Merino, "podría verse obligada a renunciar a determinados recursos -físicos y técnicos- porque la inversión en ellos supondría una excesiva concentración de riesgos para el patrimonio personal de sus propietarios". En otras palabras, el miedo a perder los ahorros de toda la vida impide al empresario familiar el necesario crecimiento. Pero crecer, en el actual panorama competitivo, es sobrevivir. Permanecer dónde se está, suicidio.

La investigación de Salas y Merino no es baladí. Es un hecho bien establecido que pequeñas y medianas empresas (pymes) proveen la mayor parte del empleo en este país. Políticos y sindicalistas confían en ellas para paliar el cáncer del paro. Y el 62,4% de las empresas españolas con menos de 20 trabajadores son familiares. Así que, si se mueren, mal asunto.

Y se mueren. El estudio lo muestra con claridad. Casi una de cada dos (47,7%) de empresas jóvenes -menos de 3 años- son familiares. Ese porcentaje se ha reducido al 34,8% transcurridos 15 años. Y si se toman los 25 como referencia, sólo una de cada cuatro es familiar. La inmensa mayoría (73,5%) de empresas con más de 25 años de antigüedad son no familiares...

Menos titulados

Los soles que brillan el doble duran la mitad, decía Tyrrell, un personaje de la película Blade Runer. Las empresas familiares logran estar al nivel de las demás durante unos años, a pesar de no disponen de la misma pólvora de calidad. Salas y Merino establecen que la proporción de titulados medios o superiores sobre el total de trabajadores es menor en las empresas familiares que en el resto; el número de eventuales es mayor; y los sueldos que pagan, inferiores.Misteriosamente, los resultados, según Salas y Merino, son iguales o Superiores: el margen bruto sobre ventas de la empresa familiar es superior al de la no familiar. Y el desgaste, mayor. Tras funcionar unos años brillantemente, la fórmula parece apargarse...

¿Soluciones? Encontrar una fórmula que permita compatibilizar el crecimiento y la acumulación de capital físico en estas empresas con el mantenimiento del control por parte de la familia. En una conversación con este periódico, Salas y Merino apuntaron diversas posibilidades, la mayoría de las cuales exigían cambios necesarios en la actual legislación. La más atractiva y aparentemente más prometedora es la llamada golden share, la acción dorada o de oro.

Se trata de unas acciones que permiten a su poseedor ejercer el control de la empresa, independientemente de que supongan la mayoría del capital social o no. El empresario familiar se reserva la acción dorada, y capta capital emitiendo acciones normales. El brebaje de la juventud, la llave dorada que podría permitir a las empresas familiares superar la fatídica barrera de los 15 años.

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