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Elecciones, ya

Emilio Lamo de Espinosa

Más allá de la irritación que podamos sentir con los recientes escándalos y su mezquina utilización por unos y otros, está el país que necesita soluciones políticas inmediatas. Intentemos pues mantener la cabeza fría y tratemos de buscarlas. Y en mi opinión, la única solución es convocar elecciones generales, y cuanto antes, pues cualquier otra medida es minusvalorar la amplitud y profundidad de la crisis.Efectivamente, la actual crisis comenzó siendo un simple caso de corrupción, que en condiciones normales se hubiera resuelto con un par de dimisiones por responsabilidad política, dejando luego que actuara la justicia. Los casos de corrupción, sin embargo, golpean a un Gobierno y un partido dividido y que ha dilapidado en pocos meses el capital de legitimidad acumulado en las últimas elecciones, de modo que la parálisis del Gobierno y su presidente transforman los casos de corrupción en crisis política.

La intervención televisiva del jueves de Felipe González muestra hasta la saciedad esa paralización política, rayana en la insensibilidad. Es pues comprensible que la lentitud en reaccionar irrite progresivamente a la opinión pública y hoy la crisis política es ya una crisis de legitimidad, si no global, sí de este Gobierno, cuya credibilidad es muy escasa; en pocas ocasiones los ciudadanos han estado tan irritados, agresivos y encrespados como en estos últimos días. Finalmente, la crisis de inestabilidad política y la irritación social están generando una enorme desconfianza en los mercados, caídas de la Bolsa y. huidas de capital (extranjero, sí, pero también nacional) que amenazan nuestra maltrecha economía y nuestra debilitada moneda.

La presente crisis es al tiempo política, social y económica. Es muy seria, y requiere medidas de emergencia. La dimisión de Felipe González puede contribuir a calmar los ánimos, pero no soluciona nada, pues nos deja con un Gobierno aún más débil y aún más dividido, que sólo puede arrastrarse hasta las próximas elecciones. Ello interesa al PP, pero nada ganamos los españoles. Podría pensarse en soluciones de menor envergadura, como la cuestión de confianza o la moción de censura. Pero ni la una ni la otra son viables ni solucionan los problemas. La moción de censura no es solución por la actual indefinición del mapa político, que hoy por hoy hace inviable la formación de una mayoría distinta a la actual. Por supuesto, Aznar lo sabe bien y por ello se niega a presentarla; no puede ganarla y no la va a presentar. Pero la cuestión de confianza es también inviable e inútil. De hecho se presentó ya en el debate sobre el estado de la nación. Presentarla ahora formalmente sólo serviría para obligar a Pujol a optar y, en las condiciones actuales, sólo puede optar en contra del PSOE. Felipe González lo sabe, sabe que no puede ganarla y, por ello, no va a presentarla, aun cuando asegura "no descartarla". De hecho, no es tampoco viable. Por lo demás, aun suponiendo que Pujol le diera su apoyo, ¿con qué apoyo cuenta hoy el PSOE entre el electorado?

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De este modo, las dos primeras alternativas que ofrece la constitución no son posibles. Queda pues la tercera: convocar elecciones. Y creo que ello es posible, que es bueno y que además es inevitable.

Es posible porque ya ha pasado más de un año desde la disolución de las anteriores Cortes y el presidente está pues capacitado para disolver las actuales. Felipe podría disolver las Cortes inmediatamente y convocar elecciones para dentro de los 54 días reglamentarios. Las elecciones se celebrarían pues a mediados de julio. No son fechas ideales, pero ello nos. permitiría irnos de vacaciones con una nueva mayoría y un nuevo Gobierno que dispondría del mes de agosto para sentarse, organizarse y preparar un plan (político y económico) de choque para el otoño. El plan que Felipe se comprometió a hacer el año pasado y no hizo.

Es bueno convocar elecciones por un montón de razones. De entrada, porque para eso están: para eliminar incertidumbres políticas. Estamos en un impasse; ni el PSOE puede gobernar ni el PP puede hacerlo. Lo evidente en tales condiciones es eliminar dudas, convocar elecciones y que los ciudadanos decidan. Además, es evidente ya que el PSOE ha perdido la mayoría en el electorado y Carece de sentido (máxime en una situación de crisis) que gobierne quien no tiene la confianza de la mayoría. Es bueno, finalmente, porque es abrir las ventanas para que entre aire fresco, se nos da a los ciudadanos una perspectiva y una salida, afloran los enfados y se calman los ánimos. Sólo unas elecciones pueden acabar con el terrible enrarecido clima político actual.

Podría pensarse que celebrar elecciones europeas y andaluzas el 12 de junio complica las cosas. Sin duda, pero la situación no está para arrugarse ante problemas administrativos. Además, sólo convocando ya elecciones generales conseguiremos que las europeas (y andaluzas) sean de verdad europeas o andaluzas, y no unas generales encubiertas. De las que el PSOE va a salir gran perdedor (los datos de encuesta de que disponemos lo muestran claramente), lo que le obligará a convocar inmediatamente las generales. De modo que o bien convoca las generales ya, o se verá obligado a hacerlo después del 12 de junio, sólo que entonces a destiempo, tarde y obligado por los electores. Mejor ya y voluntariamente que más tarde y obligado. Y por eso decía antes que convocar elecciones generales es no sólo posible y bueno, sino también inevitable.

Los españoles no nos merecemos este bochorno. Los políticos españoles no se merecen esto. Los socialistas no se merecen esto. Hemos apoyado con fuerza a la democracia. Hemos apoyado al PSOE y a Felipe González hasta el último momento.

Habíamos conseguido cambiar una imagen secular que nos acusaba de indolentes, incivilizados, violentos, poco preparados para la democracia. La crisis actual nos devuelve a lo peor; a la España de charanga y falta de seriedad, a las detenciones arbitrarias, a las acusaciones infundadas y el linchamiento moral, a la utilización partidista de la justicia, el descrédito de la política, la desconfianza económica. Es urgente separar la corrupción de la política. Es urgente abrir las ventanas y que entre aire fresco. Es urgente convocar elecciones, que los partidos presenten sus programas y que el electorado decida. Así de simple.

Emilio Lamo de Espinosa es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

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