Rokero, británico y torero
Un rejuvenecido Phil Collins abarrota la plaza de Las Ventas
La plaza de toros de Las Ventas acogió anoche a más de 18.000 personas que no quisieron perderse el concierto del británico Phil Collins. Antes, esas buenas gentes tuvieron que sortear las mil y una dificultades que presentaban los al rededores de la plaza, sumida en un monumental caos por las obras que la dotarán de un moderno aparcamiento. Pero. cual quier impedimento resultaba vano, si el bueno de Phil se de a ba la piel en el escenario y ofrecía un buen concierto. Y así resultó ser. De entrada, la rebosante plaza celebró la aparición del que fuera batería de Génesis, con un más que sonoro aplauso. Comenzó Phil precisamente con lo que mejor sabe hacer: sacarle a la batería sus sonidos más emocionantes. La plaza atronaba y él fue abandonando el instrumento siendo sustituido por su eficaz músico Ricky Lawson. Por encima de Phil Collins, un fastuoso decorado ayudaba a animar el primer gran concierto al aire libre que se celebra esta temporada.Cien mil watios de sonido y 500.000 watios de luz arropaban lo que si se observaba por el lado derecho parecía la marquesina de una estación de trenes de principios de siglo; si por el centro, la caseta de un encargado de obra y si por el lado opuesto, una plataforma acogedora, con banco y todo, desde donde se podían cantar las más íntimas baladas.
Pero un espectáculo tan moderno no podía resultar todo el rato igual y había veces que el escenario cambiaba y ya no se sabía dónde estaba la marquesina, la caseta, dónde quedaba su batería o cómo subía y bajaba la plataforma.
Phil deambulaba por él como Pedro por su casa y mostraba además un aspecto de chaval con vaqueros y camisa de cuadros. Este joven entrado en años fue disparando las certeras flechas que componen su repertorio más conocido, que es mucho, pues no en vano el concierto duraría tres horas con un descanso de 20 minutos.
Quiso Phil quedar bien con los madrileños y en las primeras canciones saludó con los consabidos "hola, buenas noches, estoy muy contento de estar aquí", sin leer ningún papel. Luego, no pudo evitar recurrir a ello cuando, con torpe castellano, agradeció la presencia del público y recordó que parte de la recaudación iría para personas sin hogar y que, a la salida, se podía adquirir un vídeo para tan noble causa.
Y así fue desgranando sus canciones con hincapié en los álbumes But seriously y el último Both sides. Canciones como Everyday, Survivors o Another day in paradise las introducía volviendo a la chuleta del papel para chapurrear sus traducciones en el idioma de Cervantes. El público, entregado en todo momento, le obsequió con cariño los gritos de "torero, torero" y Phil no podía disimular la emoción.
Después de más de una veintena de canciones, Phil Collins dedicó al público de Madrid lo que puede ser quizá una de sus canciones más conocidas, Sussudio. Ni el público ni él se lo creían. Todo funcionó a la perfección como ha de ser en un espectáculo así.
Si acaso, una objeción: el exceso de celo del personal de seguridad y Protección Civil que no facilitaron mucho las labores de los medios informativos.
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