El problema son los Tamburellos
La muerte de Ayrton Senna nos ha dejado a todos con una desagradable sensación de frío en el estómago. La de Roland Ratzenberger, en cambio, sólo a algunos.Como ocurre siempre que una desgracia acaba con la vida de un ídolo mundial se ha desencadenado la polémica y ha comenzado la caza de brujas. Hay que buscar culpables. Lo curioso del caso es que el sábado por la tarde, cuando murió Ratzenberger no se puso en duda casi nada. Y el domingo, antes del Gran Premio de San Marino, salvo honrosas excepciones como el propio Senna, del suceso ya no se acordaba nadie. Incluso ahora parece que la muerte del piloto austriaco fue hace una eternidad. Pero la de Senna, que parecía intocable y era el número uno, se ve que sí es importante. Y lo ha convulsionado todo.
Muchos han buscado en el cambio de reglamentación de este invierno el nuevo chivo expiatorio. Dicen que sin las ayudas electrónicas los coches son más peligrosos. En mi opinión, es posible que sean más difíciles de conducir. Pero el problema no está ahí.
En los dos años que pasé como piloto de Minardi viví al lado de Imola. De hecho, era nuestro circuito de casa. Incluso en el Gran Premio de San Marino de 1989 tuve mi mayor susto en la fórmula 1, cuando se me rompió la suspensión delantera durante el warm up, (precalentamiento) en el mismo sitio donde se salió Ratzenberger. Corrí con el muleto (coche de reserva) y en carrera pasé por el Tamburello pocos segundos después de que Berger se saliera allí. Nunca se me olvidará la imagen de su coche ardiendo. Pero como no se mató no pasó nada. Lo mismo que cuando se salió Piquet unos años antes durante una sesión de pruebas.
Pero ninguno de estos accidentes, ni los de ahora, se produjo porque el coche fuera más difícil de conducir. Siempre hubo una avería mecánica. Y ha sido ésta la que ha producido la tragedia. El problema es lo que sucede cuando pasa eso. Y sobre todo de qué forma se produce el impacto y contra qué te das. Por eso Piquet y Berger salvaron la vida y Ratzenberger y Senna no. El impacto de estos últimos fue más frontal y seco y quizás la deceleración tan brusca, al pasar de 300 kilómetros por hora a 0 en un instante, fue la causa de su muerte. Lo milagroso del caso es que no murieran en el acto ni se desintegraran los coches.
Eso demuestra el nivel de seguridad que se ha alcanzado en los chasis. En cambio, lo que no está a la misma altura son las medidas de seguridad de algunas zonas de determinados circuitos. Quedan todavía demasiados Tamburellos sin escapatorias suficientes para salvar estas situaciones cuando se produce el fallo.
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